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Víctor Llano

Tráfico de esclavos

Las facultades de Medicina en la Prisión-grande no son más que fábricas de esclavos que sueñan con poder liberase de las garras del siniestro acreedor que presume de haber pagado sus estudios.

Treinta médicos cubanos han desertado de la misión castrista en Bolivia. Según Miguel Ángel Puente, encargado de los negocios de Castro en La Paz, nadie ha de sorprenderse, "siempre y en todas las misiones se quedan personas en otros países. No se puede contar con todos. Los hay que no quieren trabajar". No otras palabras podrían salir de la boca de un esclavo fiel y obediente. Los vasallos envidian y odian a los que tienen el valor de liberarse.

Castro ha puesto 1720 siervos a disposición de su amigo Evo. Gran parte de ellos supuestos médicos con los que pretende pagar la coca que le llegue de Bolivia y enredar todo lo que pueda en los feudos de Morales. Según la omnipresente propaganda comunista, únicamente a la robolución le deben que llegaran a licenciarse en medicina. Si se les permitió estudiar en la Isla de los cien mil presos, es sólo porque aceptaron que el Máximo Líder podría disponer de ellos cuando los necesitara y allá donde los necesitara. Obtener la licenciatura les convirtió en inmuebles de un régimen que no olvida la deuda que contrajeron con el mafioso que no tardaría en hacerles una oferta que no podrían rechazar. De entre todos sus vasallos, son los médicos sus favoritos. Ofrecen más por ellos que por los adolescentes que se prostituyen en las calles de La Habana.

Las facultades de Medicina en la Prisión-grande no son más que fábricas de esclavos que sueñan con poder liberase de las garras del siniestro acreedor que presume de haber pagado sus estudios. Algunos, muy pocos, lo consiguen. No es fácil escapar de la mirada del Gran Hermano. El negrero chantajista siempre negocia con rehenes. Los 1720 esclavos que ha puesto al servicio de la propaganda de Evo tienen familia en la Isla de las doscientas cárceles. Salvo a muy pocos, les costará mucho liberarse. Quieren volver a ver a sus hijos y a sus padres. No por gusto son siervos. No olvidan lo que se cuenta de Villa Marista. Es allí donde citan para una "entrevista" a los familiares de los desertores.

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