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Juan Carlos Girauta

Otra vez el odio a Israel

La nación que nuestra prensa odia está, por pura lógica, más interesada que ninguna otra en una paz estable y duradera. Pero no esperen que nadie se lo cuente en las columnas racistas o en las viñetas de judíos bestializados.

Que nadie espere una condena a Hezbolá, cuyo líder amenaza con nuevos ataques indiscriminados a Israel. Corresponsales, profesores de Derecho Internacional, humoristas gráficos y columnistas patrios tienen clarísimo quién es el culpable de todo: "La crisis, conviene recordarlo, tiene una causa y un origen: Israel. (…) Es Israel el que (…) tiene que poner fin a una política basada en el uso criminal de la violencia." ("Detener a Israel", Augusto Zamora en El Mundo). "[Los judíos] siguen quejándose de que les echan de todas partes. Incluyendo los Reyes Católicos y la Alemania nazi. (…) Vuelven a estar en todas partes, desde Wall Street a toda caja viviente (?). Con ese juramento de sangre que impide cualquier tipo de generosidad con otras razas. Hasta que el espíritu sinuoso y ladino se les escapa y se ponen broncos, cargando su munición de victimismo para entregarse a la matanza vengativa." ("Judiadas", Jorge Berlanga en La Razón).

En el análisis reciente de la crisis, se obviará que el detonante fue el secuestro de un soldado israelí. Se ignorará que el líder de Hamas Jaled Meixaal se encontró acto seguido con el embajador de Irán en Siria para recabar su apoyo. Se olvidará que Hezbolá, siguiendo instrucciones de Irán, entró entonces en territorio israelí, mató a ocho soldados y secuestró a otros dos coincidiendo con el vencimiento del ultimátum estadounidense a Teherán para que cesara en sus planes nucleares. No se admitirá que este trágico final de ciclo tiene un responsable llamado Irán, ni que el problema entero gira en torno a su decisión de enriquecer uranio.

En el análisis remoto del problema, se hurtarán las razones por las que el sionismo, hasta entonces minoritario, se convirtió tras el Holocausto en el motor existencial de los judíos (la Alemania nazi no "echó" a los judíos, Berlanga: los exterminó). Se eludirá la historia de la creación de dos estados por parte de las Naciones Unidas y el inmediato ataque a Israel por parte de todos sus vecinos árabes. Se pasará por alto que la única democracia de la región sigue existiendo porque ha ganado todas las guerras desde entonces; basta con que pierda una para que desaparezca del mapa. Se negará que las potencias musulmanas han utilizado obscenamente a los refugiados palestinos manteniéndolos en su triste condición, en tanto que Israel –que contaba con el mismo número de refugiados judíos tras la primera guerra, y con muchísimos menos recursos que sus enemigos– dio a los suyos hogar y trabajo.

Hay que lamentar profundamente la muerte de civiles y presionar para que se investiguen, corrijan y penalicen los excesos en el uso de la fuerza por parte de cualquier estado. En realidad, el único país de Oriente Medio donde tal cosa es posible es ese Israel que ha desalojado a sus colonos para conseguir la paz. Seis millones de ciudadanos rodeados de cientos de millones de súbditos. La nación que nuestra prensa odia está, por pura lógica, más interesada que ninguna otra en una paz estable y duradera. Pero no esperen que nadie se lo cuente en las columnas racistas o en las viñetas de judíos bestializados.

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