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EDITORIAL

La complicidad entre la rosa y la serpiente

Lo cierto es que, si ETA dice la verdad y Zapatero no cumple todos y cada uno de los ilegítimos e ilegales compromisos adquiridos, la organización terrorista volverá, de forma ilimitada, a lo que llama "la lucha armada"

Todavía es pronto para la infamia de responsabilizar al PP de los muertos de ETA, como se le ha responsabilizado de los asesinatos de Al Qaeda. Pero espérense a que llegue una nueva tregua de ETA, y ya verán como no falta quien culpe al "inmovilismo" del PP y a su "crispante" rechazo al "diálogo" del riesgo de que los terroristas vuelvan a matar. Lo que no nos cabe ninguna duda es que los galgos van a querer hacer suya la victoria de los podencos del 11-M. Y no faltaran conejos que les ayuden.

Tras haber hecho semejante pronostico desde estas mismas páginas un mes después del 11-M, todos comprenderán que no nos sorprenda ahora la infamia de José Blanco y del PSOE al trasladar la responsabilidad al PP del riesgo de que ETA vuelva a matar. Lo cierto es que, si ETA dice la verdad y Zapatero no cumple todos y cada uno de los ilegítimos e ilegales compromisos adquiridos, la organización terrorista volverá, de forma ilimitada, a lo que llama "la lucha armada".

En lugar de dar la puntilla a una serpiente que daba sus últimos coletazos, Zapatero le ha convencido –como Carod-Rovira en su día– de que sus objetivos, "tengan el alcance que tengan", son más asequibles si permanece quieta. Puesto que los coletazos y las dentelladas nunca fueron para la serpiente un fin en sí mismo, sino sólo un medio de lograr la presa apetecida, la bicha ha recuperado la esperanza y no ha tenido reparos en prestarse a simular quietud, si eso facilitaba el ser alimentada por quien debía ser combatida.

Aunque ETA no tenga fe ciega en Zapatero, si la organización terrorista comprueba que su impunidad es disfrazada de aceptable "reinserción" y su chantaje de "proceso de paz"; si constata que el Gobierno del 14-M hace caso omiso a las víctimas del terror, al Pacto Antiterrorista y a la Ley de Partidos, legalizando de "facto" a su representación política, no hay que extrañarse de que el "pacto-tregua" entre el Ejecutivo de Zapatero y ETA se haya producido y siga en vigor. Tampoco hay que extrañarse de que este pacto-tregua se mantenga hasta las elecciones generales si hasta entonces, eso sí, ETA visualiza claramente que el Gobierno de España pasa de ser adversario a ser aliado de los partidos separatistas vascos –aliados de ETA en Estella– para acabar juntos y contra el PP con el actual Estatuto de Guernica.

Si el Gobierno de Zapatero ya es culpable de las esperanzas y de las ilegitimas concesiones morales, políticas y jurídicas que ya ha brindado y se dispone a brindar a ETA –el fin no justifica los medios–, aún está por ver que los indignos pagos políticos a los que llegue Zapatero, incluido el fin del actual y constitucional Estatuto vasco, tengan el alcance comprometido como para que ETA declare, victoriosa, que la "guerra", definitivamente, ha terminado.

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