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La ONU siempre llama dos veces

Tanto se fundieron los activos de la ONU con los terroristas de Hezbolá que éstos, en un momento, llegaron a vestirse con uniformes de los cascos azules, tomar dos de sus vehículos y servirse de este engaño para secuestrar a varios soldados de Israel.

Koffi Anan ataca de nuevo. No hay conflicto al que se resista. Ni tan siquiera la experiencia catastrófica de la ONU en el Líbano reduce sus ambiciones. Quiere volver al Líbano cueste lo que cueste. La credibilidad de su organización y la suya propia, que no la efectividad de la medida, es lo que le importa en este lamentable caso.

La ONU ya tuvo su oportunidad en el Líbano con UNIFIL, la misión de interposición que se desplegó durante décadas desde finales de los 70 y que sólo sirvió para mantener el conflicto y castigar a Israel. Desde luego no para imponer una paz inexistente. Al contrario, la ONU se convirtió en el mejor obstáculo para la paz en la zona. Por diversas razones.

Por ejemplo, porque el cuartel general de UNIFIL se instaló al lado de los centros de mandos de Hezbolá, dando indirectamente cobertura a los terroristas. Ninguna acción de represalia israelí podía arriesgarse a dañar un casco azul (de hecho, esta superposición de miembros de las Naciones Unidas y de Hezbolá podría explicar la muerte de los cuatro observadores de la ONU). Es más, tanto se fundieron los activos de la ONU con los terroristas de Hezbolá que éstos, en un momento, llegaron a vestirse con uniformes de los cascos azules, tomar dos de sus vehículos y servirse de este engaño para secuestrar a varios soldados de Israel. Corría el año 2001. La ONU, al tanto por sus investigaciones internas, nunca denunció ni hizo nada al respecto. Las evidencias, de hecho, fueron entregadas a los lugartenientes de Hezbolá.

Si es para eso de nuevo para lo que Kofi Annan quiere desplegar los soldados internacionales, más vale que no se le dé el beneplácito. Ahora bien, si Annan es sincero en lo que dice, su planteamiento debería ser distinto. Para empezar hay una resolución de la ONU que habría que ejecutar, la 1559. Según la misma, para garantizar la plena soberanía del pueblo del Líbano es necesario el desmantelamiento de las milicias de Hezbolá y su desarme bajo control internacional. Algo que no se ha sabido ejecutar en el último año y medio. ¿Por qué se iba a hacer precisamente ahora?

La alternativa más efectiva es que dejemos a Israel que ejecute los designios de la ONU, elegantes pero impracticables para la propia organización. Dejemos que Israel desmantele la milicia de Hezbolá. Y para eso no es necesario ni Annan con sus comentarios, ni cascos azules de la ONU. Y aún menos, cascos multicolores de la UE con Solana al fondo.

La ONU ya tuvo su oportunidad que no supo aprovechar y nada bueno trajo a la región. Nada bueno puede esperarse ahora de un dirigente cuestionado por su conducta y de un staff corrompido por el dinero de Sadam Husein. Lo mejor que podría hacer Annan es callarse si su cuerpo no le pide hacer lo que debería, que es apoyar incondicionalmente a la victima, en este caso, el estado de Israel.

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