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Esperanza en Cuba

Una vez más, Zapatero ha preferido ponerse del lado de los dictadores que de los pueblos a los que oprimen.

La llegada de Zapatero a La Moncloa supuso un cambio radical en la política que España mantenía respecto a Cuba. Nuestro país, que había sido un adalid de la democracia y los derechos humanos en la isla caribeña pasó a convertirse en el más firme aliado de la dictadura castrista en Europa. El Gobierno Zapatero logró de hecho, en uno de sus escasos éxitos diplomáticos, que la Unión Europea levantara el régimen de sanciones políticas que pesaba sobre el último régimen comunista de América Latina. Fidel Castro respondió al gesto endureciendo aún más la represión dentro de la isla.

Las primeras declaraciones del presidente del Gobierno español tras conocerse la transferencia provisional de poderes del dictador a su hermano han sido para desear una pronta recuperación del tirano. Ni una mención a la necesidad de una transición democrática en Cuba que impida al castrismo sobrevivir a Fidel, ni una palabra de reconocimiento para las muchas victimas que el dictador acumula tras casi cincuenta años de poder absoluto. Una vez más, Zapatero ha preferido ponerse del lado de los dictadores que de los pueblos a los que oprimen.

España está llamada a jugar un papel importante en la Cuba post-castrista. Nuestros fuertes lazos históricos, el ejemplo de nuestra propia Transición democrática y el papel que España ha jugado y debe seguir ejerciendo en el derribo de la dictadura en Cuba, nos otorgan una especial relevancia y protagonismo en ese proceso. Sería importante que Zapatero no se dejara llevar de su mitología ideológica, en la que Fidel Castro ocupa sin duda un lugar preeminente, y no tirara por la borda el prestigio acumulado por España haciéndose cómplice a estas alturas de la historia de una dictadura moribunda. El pueblo cubano no nos lo perdonaría nunca y España habría perdido una buena oportunidad de contribuir a la libertad en el mundo.

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