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Fundación Heritage

Diplomacia ante el último estertor de Castro

Los sociólogos nos dicen que hay ciertos momentos en los que la gente es más propensa a un cambio de comportamiento, por ejemplo cuando las oportunidades se presentan solas y cuando han pasado por un importante acontecimiento emocional. Como en Cuba.

Stephen Johnson

Fidel Castro es en verdad un actor consumado. Su desaparición y el supuesto relevo de poderes a favor de su hermano Raúl el 31 de julio siguen siendo un misterio. Según Andrés Oppenheimer, periodista del Miami Herald, todo podría ser una cínica farsa para poner al descubierto a subalternos desleales, o bien una verdadera crisis de salud o quizá el dictador ya se murió y el régimen necesita tiempo para reagruparse.

En cualquier caso, el drama es semejante a los discursos de Fidel: interminables, tétricos y dejando a los cubanos preguntándose qué les pasaría a renglón seguido. Quizá deberían dejar de preocuparse y tomar el mando de sus propias vidas. Pero para que se sientan lo suficientemente confiados y lo hagan, necesitarán mucho aliento por parte de demócratas que favorezcan su causa en el mundo entero.

Eso no significa que el presidente George Bush debiera anunciar que el gobierno americano hará el trabajo por ellos. Todo lo contrario, éste es el momento para que la gente de Cuba reflexione sobre lo que les ha sido negado durante los últimos 47 años, que pierdan el miedo y consideren cómo reivindicar su futuro. Eso requiere una estrategia de comunicación sensata y coordinada por parte del mundo democrático.

Oficialmente, Estados Unidos y otros gobiernos han estado preparando el terreno durante años a través de las emisiones desde el exterior de Radio y TV Martí, algunas de las cuales han llegado sin interferencias. Las estaciones comerciales de radio también llegan a la isla y los visitantes extranjeros a veces les llevan documentación para romper el bloqueo informativo del régimen.

Las buenas noticias son que el gobierno cubano no tiene ideas o soluciones nuevas para los problemas de la isla. Fidel y Raúl montaron el Partido Comunista y la Asamblea Nacional expresamente como organizaciones paralelas, ocupadas por rivales para que compitiesen en la aprobación y el reforzamiento de los pronunciamientos del Máximo Líder. Las dos organizaciones dotan de una fachada institucional al Estado de un solo hombre.

Los cimientos del régimen, las Fuerzas Armadas Revolucionarias que Raúl creó, probablemente no harán más que pisotear al pueblo por muy poco tiempo. Según Alcibiades Hidalgo, un ex oficial de Castro, la misión es prepararse para la "Guerra de toda la gente" e imponer la ley marcial en caso de la incapacidad o muerte de Fidel, pero nada más. Vemos nuevamente la falta de ideas salvo para la defensa de la patria en caso de una invasión americana.

Los mensajes desde el exterior orientados para la gente de Cuba deberían ser tanto personales como institucionales. Ayudaría el que tanto la radio y televisión Martí como las radios comerciales responsables emitiesen mensajes sinceros hechos por cubanos residentes en el extranjero poniendo énfasis en explicar que lo que ellos hacen con sus propias vidas es asunto personal y no del Estado. Deberían explicar que el gobierno debe pertenecer a la gente y no a sus líderes.

Las historias personales pueden resaltar los éxitos individuales de empresarios, profesionales, héroes deportivos y personajes famosos de la diáspora cubana que se han beneficiado por vivir en sociedades libres en el mundo entero.

Para evitar que de forma errónea se identifique a los disidentes con Estados Unidos, considerado por el régimen como su adversario, las emisoras europeas y latinoamericanas deberían ser las que discutiesen iniciativas domésticas de transición como el Proyecto Varela o el Diálogo Nacional, ambas iniciativas creadas por disidentes cubanos.

Ya es hora también de que los países latinoamericanos como México, Chile y Uruguay asuman su responsabilidad. Aunque sería impropio que le desearan el mal a cualquiera de los hermanos Castro, sería muy apropiado que sus líderes exhortaran al pueblo cubano a mostrar empuje en la creación de una vibrante sociedad libre en la que todos sus ciudadanos puedan convertir sus sueños en realidad.

El presidente Bush debería hacer hincapié en cuánto han esperado los cubanos para disfrutar de unas libertades que prácticamente tienen todos los americanos. También debería enfatizar que el próximo líder de Cuba debería ser escogido por el pueblo con un sistema en el que haya candidatos compitiendo en unas elecciones. Los salones llenos de humo no son lugar para que el patrimonio del pueblo sea repartido por generales y adulones.

La ley Helms-Burton que codifica las sanciones americanas contra el régimen cubano es ahora más importante que nunca como arma negociadora. Pero sus contenidos deberían expresarse como incentivos para los líderes de Cuba.

Por ejemplo, Cuba podría disfrutar de relaciones comerciales básicas con Estados Unidos cuando los cubanos de a pie puedan establecer y administrar sus propios negocios así como que puedan trabajar para quienes ellos decidan. Los lazos diplomáticos podrían restablecerse cuando Cuba celebre unas elecciones competitivas y garantice ciertas libertades civiles. Las restricciones sobre los turistas americanos para que visiten la isla podrían acabar cuando los cubanos puedan viajar libremente y trabajar donde les plazca.

Y luego está también la posibilidad de ayuda tal y como la ha considerado la Comisión Presidencial de Asistencia para una Cuba Libre. Las condiciones para la ayuda deberían estar claramente estipuladas para los líderes de Cuba y también deberían emitirse frecuentemente en Radio y TV Martí, que Estados Unidos patrocina, para que se enteren todos los cubanos, reconociendo de esta forma que la elección también está en sus manos.

Los sociólogos nos dicen que hay ciertos momentos en los que la gente es más propensa a un cambio de comportamiento, por ejemplo cuando las oportunidades se presentan solas y cuando han pasado por un importante acontecimiento emocional. Ambas condiciones se dan actualmente en Cuba.

Puede ser que las luces del escenario de Fidel Castro se estén apagando, que esté cayendo el telón y que por fin se haya apagado el micrófono. Aunque en plenos estertores el viejo todavía esté elevando su índice en el aire, cada vez parece más irrevelante. Éste es el momento para que una estrategia de comunicación abra el camino de la verdadera autodeterminación cubana.

©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Stephen Johnson es analista político especializado en América Latina del "Centro Douglas and Sarah Allison para Política Exterior" y del "Instituto Shelby Cullom Davis para Estudios Internacionales" de la Fundación Heritage.

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