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Thomas Sowell

Un atisbo de esperanza

Los empleados jóvenes, sin experiencia o sin habilidades son los que tienden a encontrar mayores dificultades a la hora de encontrar un empleo cuando los niveles salariales han sido fijados por encima del valor de su productividad.

Fue una maniobra política común que el consistorio de la ciudad de Chicago votase recientemente la imposición de un salario mínimo de 10 dólares la hora a las cadenas de grandes almacenes. No hay nada que les guste más a los políticos que regalar beneficios que tengan que pagar otros.

Lo infrecuente fue la reacción. El alcalde de Chicago, Richard M. Daley, denunciaba la ley como "racista", puesto que tendrá el efecto neto de mantener las tan necesarias tiendas y empleos alejados de los vecindarios negros. Los dos periódicos de Chicago también protestaron contra la ley. El colofón llegó cuando Andrew Young, antiguo líder de los derechos civiles y ex alcalde de Atlanta, acudió a Chicago para criticar a los líderes negros locales que apoyaron esta ley.

Mientras que imponer un salario mínimo de 10 dólares la hora no es algo raro en política, el inusual contraataque contra esta ley proporciona un atisbo de esperanza al menos de que cada vez más personas están empezando a considerar las consecuencias económicas de una legislación tan buenista.

Una encuesta ha mostrado que el 85% de los economistas de Canadá y el 90% de los economistas de Estados Unidos afirman que las leyes de salario mínimo reducen el empleo. Pero no se necesita un doctorado en economía para saber que elevar arbitrariamente los precios lleva a que compre menos gente. Esa gente incluye a patronos que contratan menos mano de obra cuando la mano de obra es encarecida artificialmente. Sucede en Francia, sucede en Sudáfrica y sucede en Nueva Zelanda. ¿Hasta qué punto debería sorprendernos cuando sucede en Chicago?

La consecuencia económica de la generosidad política –ya sea en forma de leyes de salario mínimo o a través de beneficios médicos o de otro tipo que deban ser pagados por ley por los patronos– es hacer la mano de obra artificialmente más cara. Los países con generosas compensaciones al desempleo obligadas por ley –Alemania y Francia, por ejemplo– tienen tasas de paro crónicamente más elevadas que las tasas de paro en Estados Unidos, donde los empleos son creados a un ritmo muy superior al de Europa.

No hay comida gratis. Costes salariales más elevados significan menos empleos.

Puesto que no todos los empleados comparten las mismas habilidades o la misma experiencia, las leyes de salario mínimo tienen más impacto sobre unos que sobre otros. Los empleados jóvenes, sin experiencia o sin habilidades son los que tienden a encontrar mayores dificultades a la hora de encontrar un empleo cuando los niveles salariales han sido fijados por encima del valor de su productividad.

En Francia, donde la tasa de paro nacional es del 10%, la tasa de paro entre los empleados de menos de 26 años es del 23%. Entre los jóvenes procedentes de la minoría musulmana, la tasa de paro es aún más elevada.

En Estados Unidos, el grupo más perjudicado por las leyes de salario mínimo son los varones adolescentes negros. Aquellos que rechazan admitir que el salario mínimo es el motivo de las elevadas tasas de paro entre los jóvenes negros culpan al racismo, la falta de formación, o lo que quiera que se les ocurra. Los hechos dicen lo contrario. Allá por los años 40 no había menos racismo que hoy y los adolescentes negros no tenían más formación que hoy, pero su tasa de paro era mucho más pequeña que la actual y no era distinta a la de los adolescentes blancos.

¿Cuál es la diferencia entre entonces y ahora? Aunque existía una ley de salario mínimo en vigor, la inflación de esa época había elevado los niveles salariales bastante por encima del mínimo especificado, que había permanecido sin cambios durante muchos años. A todos los efectos prácticos, por tanto, no existía ley de salario mínimo. Solamente después del que el salario mínimo comenzara a elevarse, empezando en 1950 e incrementándose repetidamente en los años posteriores, el paro entre los adolescentes negros se disparó.

La mayor parte de los estudios demuestran que el paro es producto del salario mínimo. Pero unos cuantos estudios que llegan a conclusiones distintas son alabados como "refutaciones" del "mito" de que el salario mínimo provoca paro.

Algunos de estos segundos estudios consisten en hacer encuestas a empresarios antes y después de un incremento del salario mínimo. Pero usted solamente puede encuestar a los empresarios que aún mantengan su negocio. Encuestando a gente que juega a la ruleta rusa y vive para contarlo, usted puede "refutar" el "mito" de que la ruleta rusa es peligrosa.

Las leyes de salario mínimo juegan a la ruleta rusa con aquellos que necesitan un empleo y la experiencia laboral que les pueda permitir en el futuro elevar sus niveles salariales. Hoy existe un atisbo de esperanza en que cada vez hay más gente que está empezando a comprenderlo, a pesar de la demagogia política.

En Libre Mercado

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