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Jorge Vilches

A solas con mi autodeterminación

Una imaginación que sueña edificar una sociedad totalitaria, en la que un grupo de patriotas, de iluminados, definen el "bien común" por encima de los individuos que forman ese "común", por encima de su libertad e, incluso, de su vida.

Los batasunos quieren manifestarse para exigir el "derecho a la autodeterminación". ¿Y este "derecho" qué es? No se trata de una reminiscencia medieval, al estilo de Maragall. Tampoco lo contempla la ONU, ni siquiera en la letra pequeña, para nacionalidades o realidades nacionales de Estados consolidados desde el siglo XV. No recuerdo un papelito de la Unión Europea, sí, esa, la de Bruselas, que cobije esa posibilidad. Entonces, ¿estamos ante una invención del nacionalismo? Pues sí, ¿y qué?

Los nacionalismos como el vasco pertenecen a la categoría de los étnicos, basados en la reserva sanguínea y una lengua reconstruida, el vascuence; un idioma que el propio Marx calificó de contrario al progreso y próximo a extinguir. Pero el fenómeno ha dado para tanto que historiadores, politólogos y sociólogos han (hemos) dedicado muchos esfuerzos para entenderlo. Benedict Anderson vio en los nacionalismos, también el vasco, una comunidad imaginada. Era el resultado de las tareas combinadas de la educación politizada y los medios de comunicación. Paul Brass recalcó la utilización de tradiciones y emociones por parte de un grupo político –léase "partido nacionalista"– como estrategia para hacerse con el poder.

Nos vamos acercando. En un poderoso ejercicio de imaginación, un grupo de políticos con hambre de poder toman la historia, el folclore y la lengua, las peculiaridades de una comunidad, para convertirlas en "nación". También podría ser, digo, "realidad nacional", "identidad nacional" o "nacionalidad". E identificado el malo, un Estado extraño y opresor, se convierte en su discurso completo para la toma del poder. Pero queda algo más.

El vasco no es un nacionalismo construido sobre la necesidad de salir de la pobreza o la tiranía, de la enajenación de su riqueza nacional o de la falta de libertades. Es más; el terrorismo nacionalista ha empobrecido el país y hurtado la libertad de sus habitantes. Tampoco se ha levantado sobre la una sociedad uniforme que ha exhibido un exagerado contraste cultural con el entorno. No encontramos un choque de civilizaciones entre la vasca y la del resto de España o Francia, la europea o la occidental. ¿Entonces? La explicación es que el nacionalismo vasco pertenece a ese grupo de nacionalismos occidentales de fines del siglo XX que, como escribió Eric J. Hobsbawm, son "divisivos"; es decir, "esencialmente negativos". Es un nacionalismo que ha crecido a sus anchas por el carácter no nacionalista del Estado español de las Autonomías, basado en una capacidad de imaginación casi tan brillante como su victimismo.

El "derecho a la autodeterminación" es una muestra de su desbordante capacidad imaginativa. Una imaginación que sueña edificar una sociedad totalitaria, en la que un grupo de patriotas, de iluminados, definen el "bien común" por encima de los individuos que forman ese "común", por encima de su libertad e, incluso, de su vida.

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