Menú
Charles Krauthammer

La relación entre Estados Unidos e Israel

Al contrario que los demás grupos terroristas de Oriente Medio, Hezbolá es un enemigo serio de Estados Unidos. En 1983 masacró a 241 efectivos americanos. Ha matado a más estadounidenses que ninguna otra organización terrorista, a excepción de al-Qaeda.

La guerra de Israel contra Hezbolá es una guerra para asegurar su frontera norte, derrotar a una milicia terrorista dedicada a la destrucción de Israel y restaurar la disuasión israelí en la edad de los misiles. Pero hay aún más en juego. Los líderes de Israel no parecen comprender cuán ruinoso sería un fracaso en el Líbano para su relación con Estados Unidos, el soporte vital más importante de Israel.

Durante décadas ha tenido lugar un debate en Estados Unidos acerca del valor estratégico de Israel. En momentos críticos del pasado, Israel ha mostrado realmente su valor. En 1970, las maniobras militares israelíes contra Siria salvaron al Rey Hussein y a la monarquía hachemita moderada y pro-americana de Jordania. En 1982, cazas israelíes de fabricación norteamericana se enfrentaron a la Fuerza Aérea Siria, derribando 86 MiGs en una semana sin una sola baja, mostrando el sorprendente atraso tecnológico soviético y asestando así un golpe importante al prestigio soviético en el extranjero y a la autoconfianza entre su élite en casa (incluyendo el miembro de la Politburó Mijaíl Gorbachov).

Pero eso fue hace décadas. La cuestión, como siempre, es: ¿qué has hecho por mí últimamente? Existe un feroz debate en Estados Unidos acerca de si en el mundo post 11-S, Israel es un lastre o un activo. El ataque no provocado de Hezbolá el 12 de julio proporciona a Israel la extraordinaria oportunidad de demostrar su utilidad haciendo una contribución relevante a la guerra norteamericana contra el terrorismo.

La luz verde de Estados Unidos a Israel para que se defienda es vista como un favor hacia Israel. Pero eso es un análisis tendencioso y engañoso. La luz verde –el ánimo, en la práctica– también es un acto de interés. Estados Unidos quiere y necesita una derrota aplastante de Hezbolá.

Al contrario que los demás grupos terroristas de Oriente Medio, Hezbolá es un enemigo serio de Estados Unidos. En 1983 masacró a 241 efectivos norteamericanos. Ha matado a más estadounidenses que ninguna otra organización terrorista, a excepción de al-Qaeda.

Lo que es más importante, hoy es la punta de lanza de un Irán agresivo y hambriento nuclearmente. Hezbolá es una subsidiaria de propiedad completamente iraní. Su misión es extender la influencia de la Revolución Islámica al Líbano y Palestina, desestabilizar cualquier posible paz árabe-israelí e impulsar la llegada al poder del islamista chií, encabezada y controlada por Irán, por todo Oriente Próximo.

Estados Unidos se encuentra en guerra con el islam radical, un monstruo de dos iglesias; la sunní al-Qaeda está viendo su primacía desafiada hoy por el Irán chií, en su épica confrontación contra el Occidente infiel. Con al-Qaeda en declive, Irán avanza terreno. Está interviniendo a través de satélites por todo el mundo árabe –Hezbolá en el Líbano, Hamas en Palestina, el Ejército del Mahdi de Moqtada al-Sadr en Irak– con el fin de derribar los gobiernos árabes reformistas de orientación occidental y poner estos territorios bajo hegemonía iraní. Sus ambiciones nucleares garantizarían estos avances y le concederían el dominio aplastante del poder sobre los árabes y el disuasorio definitivo frente a contraataques serios por parte de Estados Unidos, Israel o cualquier otro rival.

Los árabes moderados pro-occidentales entienden esto muy claramente. De ahí que Egipto, Arabia Saudí o Jordania salieran a la palestra inmediatamente contra Hezbolá y animaran en privado a Estados Unidos a dejar que Israel derribe esa organización. Saben que Hezbolá no solamente está librando la guerra a distancia de Irán contra Israel, sino también contra ellos y, más en general, contra Estados Unidos y Occidente.

De ahí la infrecuente oportunidad de Israel de demostrar lo que puede hacer por su gran patrón americano. La derrota de Hezbolá sería una enorme pérdida para Irán, tanto psicológica como estratégicamente. Irán perdería su delegación en el Líbano. Perdería su principal medio de desestabilizar e inyectarse en el corazón de Oriente Medio. Quedaría en evidencia habiéndose sobreestimado enormemente intentando establecerse como superpotencia regional.

Estados Unidos ha ido muy lejos para permitir a Israel ganar con el fin de que suceda todo esto. Ha contado con la capacidad de Israel para hacer el trabajo. Y ha sido decepcionante. El primer ministro Ehud Olmert ha brindado un liderazgo incierto e inestable. Ha decidido depender tontamente de la potencia aérea, negando a sus generales la ofensiva terrestre que querían, para después echarse atrás. Ha dejado que sus reuniones de gabinete de guerra sean completamente públicas a través de filtraciones que ninguna dirección seria en tiempos de guerra toleraría nunca. Los serios debates del gabinete de guerra son difundidos al mundo, al igual que la propia queja de Olmert de "Estoy cansado. La otra noche no dormí nada" (Haaretz, 28 de julio). Ni de lejos el tipo de cosas que provocan confianza churchilliana.

Su búsqueda de una victoria fácil no solamente ha puesto en peligro la operación del Líbano, sino también la confianza de Estados Unidos en Israel. Esa confianza –y la relación que refuerza– es tan importante para la supervivencia de Israel como su propio ejército. El inseguro Olmert no parece tener idea de lo que hace.

En Internacional

    0
    comentarios