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EDITORIAL

La propuesta más antisocial

La renta básica no es una medida de reforma económica o social. Es una propuesta que cambia por completo las bases mismas de nuestra sociedad.

El PSOE vuelve sobre uno de sus proyectos más antisociales, el de la renta básica, en este caso intentando extenderla al conjunto de la Unión Europea. La idea consiste en dar a todo ciudadano una limosna mensual toda su vida, por el simple hecho de ser ciudadano. En cierto sentido es la idea del Estado de Bienestar llevada a su máxima expresión, y en otro es una propuesta radicalmente distinta. La renta básica no es una medida de reforma económica o social. Es una propuesta que cambia por completo las bases mismas de nuestra sociedad. Mientras que las sociedades libres se basan en la producción y la oferta a los demás, la renta básica crea una sociedad basada en la exigencia sin dar nada a cambio, en el robo a los sectores productivos, con la pátina de respetabilidad que otorga su institucionalización.

Las consecuencias para los españoles o los europeos serían devastadoras; es prácticamente imposible exagerar en los epítetos. La producción no es automática, sino que depende de que sigamos determinado comportamiento. Y lo hacemos porque, al final del proceso productivo obtenemos lo que deseamos, bien para consumirlo directamente, bien para intercambiarlo en ese orden de cooperación humana que llamamos mercado. El premio se obtiene gracias a que aportamos un bien o un servicio que es valioso para la sociedad, que nos remunera precisamente en esa medida. La idea de la renta básica rompe la sagrada relación entre el premio y el esfuerzo personal bien guiado por la perspicacia empresarial. Si se puede recibir una renta sin esfuerzo, las personas se lo ahorrarán en la medida de lo posible. Desincentiva el trabajo. Y puesto que éste es una escuela para la vida real y para el crecimiento profesional y personal, la renta básica no sólo supone una pérdida a corto plazo, sino que degrada la sociedad, más cuanto se mantenga por más tiempo.

Sólo se escaparán de esta trampa quienes sean lo suficientemente productivos como para que la diferencia de salario compense la pérdida de ocio. Sólo trabajarán quienes mayores rentas sepan generar con su esfuerzo y sobre ellos recaerá el peso del coste de la renta básica, que es enorme. Los sectores menos productivos prácticamente desaparecerán, y lo que no se puede producir en Europa por falta de trabajadores dispuestos, se tendrá que importar de Asia u otras partes del mundo. Y puesto que no se quiere restringir el consumo, la merma de la producción se costeará con una caída del ahorro o a cuenta del endeudamiento. La renta básica es una dulce aplicación de la eutanasia activa sobre Europa.

Otro efecto antisocial de la medida propuesta por el PSOE es que está en las antípodas de la virtud y de la sociedad extensa. Si la percepción de una renta depende de la mera condición de europeo, no se distingue entre los buenos ciudadanos y quienes eligen tener un comportamiento antisocial. Aumentará el rencor entre quienes producen y quienes perciben. Fomentará la envidia, principio moral de la izquierda, y el odio. Puesto que la renta básica sugiere la idea de que uno tiene derecho a lo que poseen los demás porque sí, no hay límite en lo que se puede desear conseguir de los ciudadanos productivos. La moral personal debiera hacer brotar una íntima y poderosa incomodidad a quien disfruta de lo que no ha creado, pero esta medida corrompe la moral hasta el punto de considerar esa dádiva como un derecho. La fragmentación, la quiebra social, el enfrentamiento. Esas son las marcas de la propuesta socialista.

Quizás Rodríguez Zapatero confíe en que la medida es irrealizable y simplemente añada este nuevo señuelo en la arena política para, como hizo con el matrimonio homosexual, distraer la atención de los españoles sobre sus verdaderos problemas, creados a su vez por el propio Zapatero: la quiebra del modelo constitucional, el fomento del odio y del enfrentamiento entre españoles con el pasado como arma y la rendición de lo que queda de Estado de Derecho ante sus máximos enemigos: ETA.

Pero cabe pensar que la cabeza de chorlito que guía el Gobierno realmente crea en la bondad de la renta básica. De hecho la propuso cuando todavía no había llegado al poder, ya sabemos en qué circunstancias. En cualquier caso, lo que necesitan los españoles y los europeos que menos rentas generan no es una renta básica sino que el Estado saque sus sucias manos de los mecanismos con que se han dotado las sociedades libres para crear riqueza, prosperidad y civilización.

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