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Álvaro Vermoet Hidalgo

Los límites del pluralismo

Si ninguna cultura es mejor que otra, ¿por qué escolarizarles?

La dejadez en la defensa de nuestra cultura y la compartimentación multicultural de la sociedad lleva tiempo manifestándose en España. Lo primero ha sido permitir el velo islámico en la escuela pública. Se ha dicho que no permitirlo atentaría contra la libertad religiosa, contra los derechos individuales. ¿Pero dirían lo mismo de la esvástica si el nazismo fuera una religión? ¿No tiene derecho el Estado, como propietario de los centros públicos, de prohibir que un padre lleve a su hija de doce años tapada con un chador, con un burka o con cualquier otro símbolo de sumisión y de integrismo; a que no se permita aquello que supone una discriminación de las niñas en la práctica de las actividades escolares? Para algunos no. La izquierda contempla esta muestra de atraso, integrismo y misoginia como un feliz ejemplo de diversidad étnica y cultural que la escuela debe promover. Pero si rechazamos cualquier jerarquización cultural como prohibir el velo, ¿en base a qué debemos transmitir nuestra cultura a los niños inmigrantes? ¿No sería una prepotencia occidental? Si ninguna cultura es mejor que otra, ¿por qué escolarizarles?

La derecha no cree en todo ese relativismo cultural y moral, pero en muchos casos prefiere obviar las normas de los centros, o evitar nuevas normas que creen algún conflicto con el islamofascismo, para "facilitar la escolarización" de las niñas musulmanas. ¡Como si fueran negociables la escolarización obligatoria o las normas de un centro! Y todo por miedo a ser tachados de islamófobos, cuando es precisamente a las niñas musulmanas a las que el Islam tapa la cabeza con ese maldito velo por considerarlas inferiores. No pasará nada, dicen, por dejarlas ir con velo, ¡como si la decisión fuera de la niña! Lo que se está haciendo es ceder en la defensa de nuestra cultura y de la libertad y eso, lejos de sosegarlo, avivará el avance del fundamentalismo yihadista en nuestro país. ¿Cuántos totalitarismos hay que combatir para aprender que el apaciguamiento nunca funciona?

Por su parte, Zapatero –al lado del cual Chamberlain es un belicista– está facilitando el acceso de los musulmanes a la asignatura de religión islámica en la escuela pública, admitiendo los currículos que proponen los imanes aunque resulta evidente que las disposiciones de los textos a los que hacen referencia vulneran todos y cada uno de los principios constitucionales. ¿O es constitucional una norma que justifica la guerra santa o que dice que la mujer irá tapada y mirando al suelo y que podrá ser golpeada por su marido? ¿No sería mejor eliminar la enseñanza de estos textos y volver a Voltaire? ¿O deberá también Voltaire respetar al Islam, como debieron hacer para Zapatero las caricaturas de Mahoma? Si nadie protesta por esto, ¿qué impide al régimen saudí hacerse con toda una red de colegios islámicos que eduquen a los hijos del millón de musulmanes que ya viven en España en las mismas ideas yihadistas que propugnan sus mezquitas?

La eterna vigilancia es hoy más necesaria que nunca si queremos frenar la penetración de las ideas yihadistas en Occidente. Negar que podamos transmitir cultura alguna, legitimar el odio a nuestras sociedades occidentales, rechazar la integración y acabar con toda posibilidad de sacar a muchos musulmanes de su atraso es, como dijo Ayaan Hirsi Alí, racismo en su acepción más pura y, ante todo, una victoria para los islamofascistas.

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