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Fundación Heritage

Los próximos pasos de un Irán victorioso

Es fácil concluir que el resultado de esta guerra ha sido de perdedores y de mayores perdedores pero, en realidad, algunos, incluyendo a Irán, se han beneficiado de la carnicería y el caos.

Peter Brookes

Ignoremos las jactanciosas afirmaciones de victoria por parte de Israel y de Hezbolá acerca de su amarga pero mayormente inconclusa guerra. El verdadero ganador de este mes de conflicto no es ninguno de los dos; es Irán.

En Israel, el gobierno del Kadima que encabeza el Primer ministro Ehud Olmert se tambalea al borde del colapso por una dudosa estrategia militar que fue un fracaso porque, después de treinta días, no sólo no acabó con Hezbolá sino que tampoco logró reducir la lluvia de cohetes Katyusha.

Al otro lado de la frontera en el Líbano, Hezbolá vivirá (lamentablemente) otro día más para seguir dando guerra. Pero muchos de sus combatientes han muerto y su infraestructura terrorista así como su arsenal militar están hechos polvo.

Estando así la situación, es difícil para cualquiera de los lados apuntarse un tanto en la columna de "partidos ganados". Pero ése no es el caso del papá de Hezbolá, Irán, que claramente se ha beneficiado de la muerte y destrucción en Israel y el Líbano. Aunque fuera criticado rotundamente a principios del conflicto por incitar a Hezbolá a provocar la guerra, en realidad y después de todo, Irán ha sacado lustre a su imagen y ha aumentado su prestigio en Oriente Medio y en el mundo musulmán.

¿Resultado? Un Irán cada vez más seguro de sí mismo va a ser un hueso duro de roer en los días y meses venideros.

Piense en esto: a través de su brazo terrorista, Hezbolá, Irán pudo arremeter contra su archienemigo Israel provocando que las fuerzas de defensa israelíes (IDF) peleasen en una guerra con dos frentes, Gaza y el Líbano. Teherán también se beneficia del enorme daño a la imagen pública de Estados Unidos en el mundo musulmán donde a Washington lo pintaron (de forma equivocada) como el defensor –y director– de la destrucción del Líbano y no de Hezbolá. Irán también logró distraer mucha, pero no toda, la atención mundial de su aún activo programa nuclear, ganando mucho tiempo para seguir enriqueciendo uranio con toda impunidad para sus armas nucleares.

La guerra Israel-Hezbolá también ha congelado por completo cualquier prospecto de avance en el proceso de paz de Oriente Medio entre Israel y los palestinos, proceso al que los mulás se han opuesto por mucho tiempo.

El conflicto desestabilizó los mercados globales del petróleo, elevando los precios a niveles récord. La subida del precio ha servido para llenar las arcas de Teherán y mantener a flote la mal administrada economía iraní.

Visto todo esto, al otear el paisaje estratégico tras la guerra, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad y el alto clérigo el ayatolá Ali Jameini deben estar sumamente satisfechos consigo mismos.

Entonces, ¿qué significa todo esto para el futuro? Más problemas.

Puede estar seguro de que Teherán no va a ceder ante la comunidad internacional sobre el tema de dejar de enriquecer uranio –ni tampoco sobre su programa nuclear– cuando llegue el día programado para su respuesta a la ONU, el 31 de agosto. Eso significa que pronto nos enfrentaremos a otra crisis cuando Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña se enfrenten a China y a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU para aplicarle sanciones económicas a Irán.

Después de la paliza en el Líbano, seguro que Irán ya no teme un ataque aéreo de las anteriormente invencibles IDF; tampoco tendrá que preocuparse por un enfrentamiento con Estados Unidos si tomamos en consideración los desafíos en Irak y Afganistán.

Teherán también profundizará su relación política y de seguridad con Damasco, seguirá usando a Siria para pasarle armas y otro tipo de ayudas a Hezbolá tras el "alto el fuego". Además, al ver que puede actuar así, sin consecuencias, Teherán lanzará su campaña contra las fuerzas norteamericanas en Irak, usando milicias chiíes y fuerzas paramilitares iraníes. También expandirá su influencia en Afganistán.

Bañado en los beneficios que le reportan los 70 dólares por barril de petróleo, Irán seguirá financiando al gobierno palestino liderado por Hamas y ayudará a que Hezbolá siga siendo un "estado dentro de un estado" muy activo. El caro mercado de la energía también permitirá a Irán una mejora de su ejército convencional. Ha firmado un contrato para comprarle armas por mil millones de dólares a Rusia este año; cuente con más ventas de armas desde Rusia y China.

Animado por su éxito en el Líbano, Irán podría sentirse cómodo exportando su fundamentalismo a otras partes del mundo musulmán, incluyendo Arabia Saudí y los estados pro occidentales del Golfo con inquietas poblaciones chiíes.

¿Y qué me dicen de la amistad en ciernes de Ahmadineyad con el cizañero presidente venezolano Hugo Chávez?

Es fácil concluir que el resultado de esta guerra ha sido de perdedores y de mayores perdedores pero, en realidad, algunos, incluyendo a Irán, se han beneficiado de la carnicería y el caos. Como resultado, nos enfrentamos a un Irán "henchido de fuerza" y que probablemente usará su nueva posición para ser aún más agresivo e intransigente que nunca en busca de sus intereses a costa nuestra.

©2006 Peter Brookes
* Traducido por Miryam Lindberg

Peter Brookes ha sido asesor del Presidente George W. Bush y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.

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