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Antonio José Chinchetru

El ojo de Alá

Como el culpable no es Estados Unidos, Israel u otro gobierno democrático, es de temer que el silencio vaya a ser la postura generalizada entre periodistas y supuestos defensores de los Derechos Humanos. Lo de siempre.

El régimen islámico-militar de Sudán, ese mismo que está detrás del genocidio de Darfur, ha inventado una nueva modalidad de violación de los derechos civiles de los extranjeros que visiten el país en relación con el mundo informático. A partir de ahora, las autoridades del país norteafricano van a "secuestrar" durante al menos un día todos los ordenadores portátiles que entren en su territorio. Cuando el propietario del equipo lo recupere, su contenido habrá sido completamente revisado por las autoridades locales.

El Gobierno de militares e islamistas dice que se trata de una medida de "seguridad", con el fin de impedir que entren en el territorio contenidos "problemáticos" del tipo de fotografías y películas pornográficas. Como en otros regímenes de autoritarismo teocrático, seguridad y moralidad son para el poder político equivalentes, y en su nombre se pueden violar los más elementales derechos de todas las personas, tanto nacionales como extranjeras.

La medida, con independencia de la excusa, es como para ponerse a temblar. Puestos a mirar si el disco duro almacena alguna "inmoral" fotografía de Natalie Porman (lo cual sería especialmente grave puesto que es israelí, y es de sobre conocido lo que le desean a su país los islamistas) en biquini (sí, una chica en esta prenda es considerada como pornografía por los totalitarios de Alá), ¿qué les impedirá robar las claves de acceso a diferentes sitios o cuentas bancarias, violar la intimidad de correo electrónico y otras prácticas similares? Nada.

Los militares e integristas que gobiernan Sudán quieren convertirse en el ojo de Alá. A pesar de que estén convencidos de que sirven a los designios divinos, "el de arriba" no se molesta en informarles de qué contiene cada ordenador que entra en el país. Así que ellos deciden actuar en su nombre. Realmente esta nueva restricción de los derechos fundamentales no debe sorprender en un país a cuyos gobernantes no dudan en cometer, directamente o mediante intermediarios, asesinatos en masa como los de Darfur o los cometidos durante la guerra civil contra cristianos y animistas de raza negra. Están convencidos de que "en nombre del Señor" todo está permitido.

La nueva medida de seguridad moral es peligrosa no sólo para los portadores de los equipos, también lo es para los sudaneses que tengan relación con ellos. Los funcionarios van a tener acceso a las agendas de todos los periodistas, miembros de agencias humanitarias y otras personas que suelan trabajar en el país. Muchos de ellos tendrán relación con personas a las que el Gobierno teo-militar desearía poner fuera de juego. Si el dueño del portátil no ha tenido la precaución de borrar estos datos, los sus contactos pueden correr un serio peligro.

Ante esta nueva vuelta de tuerca de un régimen tan fanático como totalitario, frente a esta nueva violación de derechos inventada por un régimen genocida, los ciudadanos no tienen otra opción que denunciar y protestar. Sin embargo, como el culpable no es Estados Unidos, Israel u otro gobierno democrático, es de temer que el silencio vaya a ser la postura generalizada entre periodistas y supuestos defensores de los Derechos Humanos. Lo de siempre.

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