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Otro 11-S

Ya empiezan a menudear los genios estoicos que dicen que no es para tanto, que las cifras de muertos por terrorismo son asumibles porque no se pueden comparar con las de la delincuencia ordinaria o los accidentes de tráfico.

Otro 11-S en el tiempo que no en los hechos. No será por falta de ganas por lo que llegamos al quinto sin que se haya repetido el primero, porque de ellas don Laden, don Zawahiri y sus incontables hinchas nunca han andado escasos. Hay que reconocerles que a ello se han aplicado con ahínco, cosechando sanguinarios notables, incluso macabros sobresalientes por todo el universo mundo, con nuestra Atocha en un lugar siniestramente privilegiado, pero por más porfía que han puesto, la matrícula de honor no han vuelto a pillarla.

Pero aunque el éxito genérico de la mal avenida coalición anti-11-S esté tachonado de inevitables fracasos, también de éxitos andrajosos se puede morir. Hay que seguir viviendo y dejar que las primeras impresiones pasen. Una dosis de olvido es un antídoto siempre necesario, pero lo mismo que con los fármacos de verdad, puede ser letal si nos pasamos. Hay letras que para muchos sólo con sangre entran. Cada nuevo año en que el 11-S no es más que una fecha en el calendario crece el número de los que se abonan a la tranquilizante teoría de que es todo más bien cosa de polis y cacos, aunque, eso sí, bastante a lo bestia, pero ni hablar de guerra, que las cargas de caballería y las descargas de artillería no pintan nada en este fregado.

Ya empiezan a menudear los genios estoicos que dicen que no es para tanto, que las cifras de muertos por terrorismo son asumibles porque no se pueden comparar con las de la delincuencia ordinaria o los accidentes de tráfico. Tampoco las de norteamericanos que dejaron su vida en Vietnam y, sin embargo, hay que ver la que se armó. Ni nunca se les han ni acercado las de las víctimas de ETA, pero allá se va la soberanía y la patria común de todos los españoles con tal de que no tengamos ninguna más. Doscientos muertos ayer aquí, hoy allá y mañana acullá no van a ninguna parte y no merecen nuestro desasosiego. Esperemos que tarde mucho en tocarnos otra vez, aunque tampoco parece que hayan dejado de intentarlo. Podrían haberse llevado a muchos más por delante pero para eso pagamos a la policía. No es infalible pero hace su trabajo.

Mientras tanto nos rendimos preventivamente y nuestro jefe de gobierno exhorta a la deserción desde plazas extranjeras a quienes pretenden proteger, en alianza con Estados Unidos, a inocentes civiles iraquíes contra feroces terroristas. Así hacemos méritos para que dejen la reconquista de Al Andalus para el final, a ver si para entonces otros les han quitado la idea de la cabeza ya sea a tiros, para que así podamos de paso insultarlos, o como sea, que sólo Alá lo sabe y sabe que de alianza de civilizaciones ná. También para que se olviden de que estamos en la muy islámica tierra de Afganistán, porque si no se enfadaría Kofi y los franceses, que han inventado lo de la guerra legal, como Zapatero lo de la nación única y múltiple, anticonstitucional y legal. Legalidad que es todo un gozo del que estamos dispuestos a disfrutar de nuevo en el Líbano, tras haber conseguido de los carcas, gratis et timore, la absoluta impunidad interior, venga lo que venga.

Claro que ésta es una misión mucho más rentable, casi con indulgencia plenaria, porque vamos a proteger a Hezbolá del desarme y a darle tiempo para hacerse con el poder en el Líbano y prepararse para destruir a los opulentos sionistas. El amigo Nasralá ya nos hará el favor de conseguir de sus colegas iraníes que nos dejen igualmente para el final cuando empiecen con los ejercicios de puntería de sus misiles atómico-islámicos. Si hay suerte, también para entonces otros, por las buenas o las malas, les habrán quitado la idea de la cabeza y así saldremos otra vez gallardamente de rositas gracias a nuestra previsora política. Quizá para ese entonces ya no exista España, pero quizás tampoco carcas que incordien oponiéndose.

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