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EDITORIAL

La ultradiada de Maragall

Como un disco rayado, el cuatripartito nacionalista que hace y deshace a placer en Cataluña no tiene otro tema que el del patriotismo trasnochado y las apelaciones continuas a una nación que, hasta hace tres meses, no existía más que en sus sueños

Evidentemente, Zapatero se equivocaba de medio a medio hace unos meses al asegurar que el Estatuto calmaría la sed de los nacionalistas catalanes. Tuvimos ocasión de comprobarlo sobre el terreno en la celebración de la Diada de Cataluña. Más de lo mismo, del mismo jarabe que el catalanismo ultramontano nos viene administrando desde hace treinta años. Insatisfacción, irredentismo y reivindicaciones sin cuento. Como un disco rayado, el cuatripartito nacionalista que hace y deshace a placer en Cataluña no tiene otro tema que el del patriotismo trasnochado y las apelaciones continuas a una nación que, hasta hace tres meses, no existía más que en sus sueños.

Si esta es la agenda de PSC, CiU y ERC a día de hoy, recién aprobado su Estatuto, miedo da pensar en las próximas elecciones autonómicas o, no digamos ya, en las generales de 2008. Lo incuestionable es que el nacionalismo es un voraz monstruo que no tiene más programa que el que ya conocemos. Corregido, aumentado y radicalizado a cada año que pasa.

La escena que se vio este lunes mientras los jerarcas del régimen catalán celebraban su día frente a la estatua de Casanova no puede ser más sintomática. Mientras unos trabajadores protestaban por estar en la cuerda floja, a los organizadores del acto no se les ocurrió mejor cosa que gritarles a voz en cuello: "Visca, visca, visca, Catalunya socialista!" Puro surrealismo. Como casi todo en la Cataluña social-nacionalista que hoy padecemos.

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