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Enrique Dans

Controlar Internet

¿Por qué esa obsesión de algunas empresas, de algunos medios y de algunos políticos por "controlar" Internet? Simplemente, porque es mucho lo que está en juego.

Internet es un medio notablemente diferente a los demás. Sus características llevan al consumidor de información a adoptar una actitud mucho más participativa, más activa que la habitual en otros medios. En Estados Unidos, el término couch potato se utiliza para definir de una manera general a los telespectadores, a las personas que dedican la mayor parte de su tiempo libre a estar sentados de manera más o menos decorosa en un sofá ejercitando fundamentalmente una sola parte de su anatomía: el dedo índice que permite cambiar de canal. En un periódico, la actitud del lector es la de enfrentarse con páginas impresas, sobre las que tiene la potestad de pasar hacia delante o hacia atrás, pero poco más. Si es usted usuario habitual de Internet, de hecho, es posible que empiece a sentir de manera recurrente cuando lee un periódico de papel la necesidad de contar con una caja de búsqueda o una ventana de comentarios, que le permitiesen encontrar las partes de la noticia que le interesan o responder a las opiniones vertidas en un artículo.

Las revistas, la radio... prácticamente todos los llamados "medios de comunicación de masas" llevan a quien los consume a adoptar una actitud unidireccional, algo que nos revela el término utilizado para definirlos: "espectadores", personas que, como reza el diccionario, "miran con atención un objeto". O "audiencia", definido como "personas que escuchan o reciben un mensaje". Ese papel pasivo, el de "mirones", es el que desde los años veinte los llamados mass media reservaron a sus clientes. El negocio consistía en servir una oferta adecuada de contenidos mezclados con publicidad a un grupo lo más amplio posible de personas, que los consumían sin reclamar ningún tipo de papel activo. El papel activo destruía la escalabilidad, rompía unas economías basadas en una fortísima, simple y barata asimetría.

Durante más de ochenta años, esa dinámica unidireccional ha funcionado para muchas cosas de una manera claramente beneficiosa. La explotación de los medios de comunicación masivos ha tenido una importante relación con la aparición de grandes fortunas denominadas "imperios mediáticos", e incluso con el mundo del poder y la política, en el que el papel de los medios ha tenido, en muchas ocasiones, una importancia fundamental. En las relaciones comerciales, igualmente, el desarrollo de toda una industria, la de la publicidad, ligada a los medios de comunicación masivos unidireccionales ha dado lugar a un mundo desequilibrado a favor de aquellas empresas que podían acceder a ellos, ha reducido el componente "democrático" de los negocios. Durante años, el mejor producto o el político más honrado no eran necesariamente aquellos que tenían la cualidad objetiva de serlo, sino los que tenían los recursos para comunicarlo mejor. El haber vivido en un mundo unidireccional es algo que ha tenido, en muchos ámbitos, más implicaciones de las que inicialmente podríamos pensar.

Internet es diferente. Nacido de un proyecto militar en el que lo militar dejó de ser el centro de interés relativamente pronto, Internet evolucionó rápidamente para convertirse en un mundo en el que infinidad de científicos y geeks se comunicaban, se cruzaban información y se intercambiaban todo tipo de datos de una manera completamente plana, sin jerarquías derivadas de la tiranía de la audiencia, con el simple requisito de saber manejar una serie de arcanos indescifrables. Arcanos que, además, Sir Tim Berners‑Lee se encargó finalmente de simplificar y de poner al alcance de todo el mundo en 1990 con el desarrollo de la World Wide Web. Después, Internet resistió el fortísimo embate que, durante la segunda mitad de la década de los noventa, intentó convertirla en otro medio más de comunicación de masas, con los intentos de toma de poder de las mismas empresas mediáticas y de consumo que eran importantes fuera de la web. Sin embargo, la llegada de la todavía incipiente Web 2.0 ha reequilibrado la balanza, ha vuelto a otorgar protagonismo a unos espectadores con interés por participar, con tendencia a la bidireccionalidad, a la producción de contenidos acompañando a su consumo. Una plataforma como Blogger, en la que millones de personas publicamos nuestros pensamientos y escritos todos los días, tiene más audiencia en su conjunto que el todopoderoso New York Times, y aparece además como resultado en muchas más búsquedas.

Visto así, ¿a quién le interesa que el mundo se convierta en bidireccional? A los medios no mucho, porque cambia el terreno y las reglas de juego que conocían y en las que se encontraban enormemente cómodos. A los políticos, como ya hemos comentado en otras ocasiones, tampoco, porque no están acostumbrados a vivir en la bidireccionalidad, y la imagen de los miles de personas en un mitin pudiendo escribir sus comentarios en algún sitio para que otros los lean es algo que, en general y salvo excepciones, les aterra. A las empresas, que habían desarrollado la capacidad de competir basándose en la existencia de la publicidad y los medios masivos, tampoco: Internet es un medio que no pueden controlar y en el que un cliente puede llegar a tener el mismo protagonismo, el mismo volumen de voz que el propio presidente de la compañía.

Ni a los medios de comunicación, ni a los políticos, ni a las empresas... ¿a quién le interesa que Internet se desarrolle y crezca para convertirse cada día más en lo que es? Casi únicamente a sus usuarios. En el límite de Internet está la verdadera democracia, la participación total, la bidireccionalidad. ¿Por qué esa obsesión de algunas empresas, de algunos medios y de algunos políticos por "controlar" Internet? Simplemente, porque es mucho lo que está en juego.

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