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Armando Añel

McClatchy y el efecto bumerang

Una carta abierta a los directivos del Miami Herald en apoyo a los periodistas despedidos reunía el pasado 25 de septiembre más de cuatrocientas firmas de prestigiosos intelectuales y artistas de todo el mundo, como Federico Jiménez Losantos.

El tema no abandona las páginas de los diarios miamenses desde el 8 de septiembre pasado, cuando saltó a la palestra. Firmado por Oscar Corral y aparecido en el periódico The Miami Herald, el reportaje "Conflicto de intereses en pagos a periodistas locales" está en el origen de un debate el que se han visto involucradas personalidades del relieve del político y escritor Carlos Alberto Montaner. En el interín, el espectáculo de dos diarios de una misma compañía enfrentados –The Miami Herald y El Nuevo Herald, principal periódico en español de la corporación McClatchy ha colocado a la empresa propietaria ante un dilema de difícil solución.

Básicamente, la pista seguida por Corral en su reportaje de The Miami Herald muere en la orilla de un argumento recurrentemente utilizado contra las figuras más representativas del exilio cubano o de la disidencia en la Isla: la de que son financiadas por Washington. Sólo que esta vez la cantaleta no provino de La Habana o de alguno de sus acólitos internacionales, sino de la misma corporación que contrataba y finalmente, a raíz de la investigación revelada por The Miami Herald, despidió a varios periodistas.

De manera que The Miami Herald descubría, con bombos y platillos, por dónde le entra el agua al coco: los periodistas mencionados en su reportaje habían comparecido en Radio y Televisión Martí, medios financiados por el gobierno federal, mientras algunos de ellos permanecían en nómina de El Nuevo Herald o el Diario las Américas. Para ponerlo en perspectiva, sería similar a que Libertad Digital publicara un reportaje cuestionando la profesionalidad del periodista Ignacio Villa, director de Informativos de la COPE, por comparecer en el programa de Televisión Española 59 Segundos.

El reportaje de The Miami Herald ejemplifica cómo cierta prensa occidental, incapaz de ver más allá de sus narices o bajo la camisa de fuerza de la candidez normativa, se vuelve contra sí misma en un ejercicio de supuesta objetividad. Fundamentalismo melodramático. Absolutismo de galería. Efecto bumerang para el amarillismo más ingenuo, porque limitar el ejercicio de la libertad de expresión a espacios determinados cuando está en juego el concepto mismo de libertad de expresión –cuando no está en cuestión la independencia de las opiniones vertidas en Radio y Televisión Martí por los periodistas despedidos y/o denigrados– resulta a todas luces contraproducente. En Estados Unidos, por añadidura, la colaboración de periodistas de medios privados con dependencias financiadas o promovidas por el gobierno no es precisamente infrecuente.

Amarillismo ingenuo si se presupone que la oscura mano del castrismo, que suele llegar muy lejos, no está directamente involucrada. Y es que el reportaje de marras fue precedido de una curiosa secuencia de acontecimientos. Uno de los hechos relacionados que más agita a la comunidad exiliada es que en el programa Mesa Redonda, bodrio desinformativo de la televisión estatal cubana, se refirieran a la investigación revelada en el artículo de Corral una semana antes de que ésta apareciera en The Miami Herald. Previamente, durante la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur celebrada en Argentina, Fidel Castro había insinuado que el reportero del Canal 41 (local) Juan Manuel Cao –uno de los diez profesionales de la información cuestionados en el reportaje de The Miami Herald– estaba pagado por el gobierno de Estados Unidos.

El daño infligido por el reportaje del The Miami Herald ha tenido, a nivel práctico, un efecto bumerang adicional. Se estima que cerca de dos mil lectores han cancelado su suscripciones a ambos Heralds y la indignación de la comunidad cubana en Miami va en aumento. Una Carta abierta a los directivos de The McClatchy Company y The Miami Herald en apoyo a los periodistas despedidos de El Nuevo Herald reunía el pasado 25 de septiembre más de cuatrocientas firmas de prestigiosos intelectuales y artistas de todo el mundo, como Federico Jiménez Losantos, David Landau, Jaime Bayly, Raúl Rivero, Alvaro Vargas Llosa y Paquito D'Rivera, entre otras figuras.

Carlos Alberto Montaner, artificialmente incluido en el reportaje de Corral –no es empleado de McClatchy ni de ninguno de los otros medios mencionados y sus columnas sindicadas son adquiridas por decenas de publicaciones a través de la agencia Firma Press–, ha señalado al respecto que "The Miami Herald hizo más daño en un día a los escritores cubanos en la oposición democrática que el Granma (diario oficialista) en cuarenta años".

¿Qué puede hacer la empresa editora McClatchy para restablecer la credibilidad de su periódico al interior de una comunidad tan influyente como la cubana? Para numerosos analistas y para la mayoría del exilio, la reacción más adecuada consistiría en pedir disculpas públicamente a los afectados en lo moral y laboral, restableciendo a los despedidos en sus puestos de trabajo, como recientemente propusiera el propio Montaner en su artículo Clash of Civilizations, en The Wall Street Journal.

Se ha cuestionado la profesionalidad de valiosos creadores de opinión, y ya es tiempo de resarcirlos. La pelota está en la cancha de McClatchy.

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