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¿Qué hiciste con Ben Laden, presidente?

De ahí editoriales como el de El País, que no pretenden proteger a Bush de sí mismo, sino a la humanidad entera, trabajadores del terror y víctimas por igual, de tamaña amenaza. “Poderes tiránicos” titulan, nada menos.

La inmediatez de las elecciones, desde luego, y muchas otras coincidencias, han caldeado de nuevo en USA el debate sobre la guerra contra el terrorismo en todas sus ramificaciones. Cómo se hace, no se hace o debería hacerse, su naturaleza metafísica, implicaciones éticas, disparates prácticos, aberraciones estratégicas y embustes surtidos y desde luego quién perdió a Ben Laden, si Clinton o Bush. Puesto que parece que ambos, el desempate se juega en torno a quién lo perdió más y mejor.

Como nada yanki nos es ajeno, hasta aquí nos llegan las salpicaduras. Un editorial de ABC lleno de buenas intenciones hacia Bush le reconviene amistosamente por sus errores en Guantánamo y el manejo en general de los prisioneros de esta guerra: “lo que viene sucediendo desde hace cinco años en la base de Guantánamo ofrece a nuestros enemigos un flanco débil innecesario”. Muy cierto, según quienes sean los enemigos de quien, aunque en todo caso a nadie se le debe ofrecer nunca innecesariamente flancos débiles. Pero a los islamofascistas –nombre interino, mientras los auténticos musulmanes no nos digan cómo debemos denominarles– no les afecta en absoluto, salvo que la preocupación de muchos del otro bando opuesto, provisionalmente el nuestro, por lo que para ellos son afeminadas fruslerías les refuerza en la convicción de nuestra irremisible decadencia y de que estamos al caer, como la manzana de Newton, sólo que esta conducirá directamente al Califato, que más o menos es lo opuesto a la ley de la gravedad.

Claro que esos enemigos absolutos entienden también que no sólo de escrúpulos morales se trata sino más bien de dar leña inmisericordemente al enemigo para ellos lejano pero abrasadoramente próximo para fracciones del lado de acá, y no precisamente de las menos decadentes, para las que cercanía es prioridad. Aunque las distancias divergen las prioridades felizmente coinciden. Para los islamoloquesea, Occidente es el enemigo lejano, pero hay que empezar por él para mejor derribar a los apóstatas que tienen encima. El desvío les parece necesidad estratégica y esa división en el campo enemigo oportunidad de oro. Para los de acá siempre habrá terroristas que llevarse a la boca y conservadores a los que culpar, por acción u omisión, de las fechorías de los primeros. Mientras tanto conservar el poder, España, o conquistarlo, Estados Unidos, es mucho más importante, porque sin poder no eres nadie.

De ahí editoriales como el de El País, que no pretenden proteger a Bush de sí mismo, sino a la humanidad entera, trabajadores del terror y víctimas por igual, de tamaña amenaza. "Poderes tiránicos" titulan, nada menos. Adivinan de quien. Única pista: nada de orientarse hacia La Meca.

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