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EDITORIAL

Ni Zapatero es Blair, ni el País Vasco es Irlanda

Es normal que los dirigentes de Batasuna-ETA se hayan congratulado del cambio de perspectiva del Gobierno. Han conseguido en pocos meses lo que no habían logrado en casi cuarenta años

Uno de los objetivos primordiales del Gobierno, ahora que la negociación con la ETA ha comenzado, es internacionalizar cuanto antes su política de claudicación. Ya sea en el mismo Estrasburgo, de gira por Europa o en cualquier oportunidad que se le presente, el Ejecutivo trata de colocar a sus desinformados interlocutores el cuento del diálogo, de la paz y del fin definitivo de la violencia etarra. Habida cuenta de los paños calientes que se sirven en las relaciones internacionales y del buenismo imperante entre los diplomáticos, Zapatero está, al menos aparentemente, obteniendo un éxito asombroso. Todos los gobiernos se felicitan de la iniciativa del Ejecutivo español y apuestan por una rápida resolución a un conflicto que Zapatero pinta de color rosa.

Este martes, durante la reunión que el presidente del Gobierno mantuvo con Tony Blair, volvió a representarse este impúdico espectáculo. Aprovechándose del desconocimiento que el premier británico tiene del problema etarra, Zapatero comparó la rendición en curso con el proceso de paz de Irlanda del Norte. Poco importa que ambos conflictos tengan poco o nada que ver. Menos importa aún que Tony Blair sea uno de los participantes en la célebre y recordada foto de las Azores de la que, esta vez, nadie ha querido acordarse. Para Zapatero la presencia de Blair en Madrid fue una pintiparada ocasión para hacer propaganda de sus altos designios en materia antiterrorista.

La victoria de la ETA es doble. Por un lado consigue poner en el mapa su proyecto, y decimos el suyo porque el terrorismo etarra es el último y más perverso efecto de un proyecto nacionalsocialista delirante. Por otro, arranca al presidente una comparación por la que los asesinos llevaban años luchando, es decir, que lo del País Vasco y lo de Irlanda del Norte son casos perfectamente equiparables.

La postura oficial de todos los gobiernos españoles hasta la fecha –incluidos los socialistas– era exactamente la contraria. El asunto de la ETA era de orden interno, sólo internacionalizable en lo que tocaba al santuario francés. En lo relativo a las comparaciones con Irlanda, a nadie se le había ocurrido –excepción hecha de los propios etarras y del nacionalismo gobernante en el País Vasco– que el choque civil irlandés tuviese algo que ver con los asesinatos y secuestros de una banda de criminales a este lado de los Pirineos. Mientras en las islas británicas dos comunidades se disputan la supremacía de la región sin escatimar violencia en un conflicto que, en ocasiones, ha rayado con la guerra civil; en España, un pequeño grupo de matarifes lleva cuatro décadas sembrando el terror, y no sólo en el País Vasco sino a lo largo y ancho de toda la nación.

Por último, en el proceso de paz abierto en Irlanda no se ha hablado jamás de la secesión de aquella región del Reino Unido. Muy al contrario, todo lo que unionistas y republicanos han conseguido tras arduas negociaciones es fijar un marco autonómico mucho menos ambicioso que el del País Vasco, y el acuerdo de que, a partir de ahora, ambas comunidades deben convivir en paz. Las Vascongadas españolas ya disfrutan de una generosa autonomía y, por descontado, la única comunidad existente vive en una paz sólo interrumpida por la violencia de unos pocos, los etarras.

Es normal que los dirigentes de Batasuna-ETA se hayan congratulado del cambio de perspectiva del Gobierno. Han conseguido en pocos meses lo que no habían logrado en casi cuarenta años. Este martes le tocó a Tony Blair representar el papel secundario en este drama, pero si Zapatero no quiere luego despertarse con resaca debería tener muy en cuenta que ni él es Blair, ni el País Vasco es Irlanda del Norte.

 

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