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¡Que vienen los neocon!

Zapatero, desde que se levanta de la cama, descubre peligrosos neoconservadores por todos los lados; basta con preguntar tímidamente por el 11-M para entrar a formar parte de tan inquietante extrema derecha.

En apenas dos semanas, en medio del escándalo sobre el 11-M, Zapatero ha alertado en varias ocasiones a la sociedad española acerca de la derecha neoconservadora. Lo hace siguiendo la línea que le marca la intelectualidad progre española, es decir, mucho prejuicio, mucho moralismo y pocos conocimientos. Parece claro que Zapatero ignora por completo qué es eso del neoconservadurismo; entre sus aficiones no destaca la lectura y sus intelectuales orgánicos están demasiado ocupados haciendo negocios e intentando cerrar radios como para enterarse de que va el asunto. Eso sí, todos al unísono advierten del peligro inminente: ¡que vienen los neocon!

Y es que algo empieza a no funcionar en la España virtual de ZP. En marzo de 2004 decidieron que los atentados del día 11 eran culpa de la guerra de Irak y, por tanto de Aznar, el amigo de Bush y los neocon americanos. Cerraron el caso retirando nuestras tropas de Irak, controlando la Comisión de Investigación y exigiendo al PP que pidiera perdón eternamente; nada más que discutir. Con estas premisas desembarcaron en el Ministerio del Interior Alonso y Rubalcaba. Trasladaron a las FSE la verdad pancartera del "No a la guerra" y exigieron a los profesionales sumisión total hacia el poder político que les decía qué investigar y qué no.

Pero tal pretensión es contraria a la naturaleza propia del trabajo policial, y el corsé ideológico puesto a la Policía y a la Guardia Civil se resquebraja y se transmite a una sociedad que cada vez se fía menos del Gobierno. Así que Zapatero, desde que se levanta de la cama, descubre peligrosos neoconservadores por todos los lados; basta con preguntar tímidamente por el 11-M para entrar a formar parte de tan inquietante extrema derecha. Desde luego que el escepticismo ante los autos de Garzón y las declaraciones de Rubalcaba tiene más que ver con el sentido común que con el neoconservadurismo político, pero les da exactamente igual. La cultura política de Zapatero es simple pero rotunda; la derecha neoconservadora es mala, malísima, y está detrás de todas las desgracias del Gobierno.

Valientes defensores de la democracia, Zapatero y sus periodistas de cabecera piden desde la mañana a la noche cerrar radios, enchironar a directores de periódico. Ignoran que, al hacerlo, aceleran la extensión de una corriente que cada vez les es más difícil de controlar y que les pone ante una cuestión incómoda; puede que la opinión pública se les esté yendo de las manos. Cada vez les es más difícil hacer tragar a las familias españolas, a la clase media, a los jóvenes profesionales, no sólo la verdad oficial sobre el 11-M sino las relaciones con ETA, los apaños con Ahmadinejad y Chávez, el apoyo a Fidel Castro. Buscan una conspiración neoconservadora que explique por que unas pocas radios, medios digitales o think-tanks se están convirtiendo en una alternativa real a la España virtual inaugurada el 14-M.

Quizá algún día tengamos oportunidad de explicar a Zapatero y a su guardia decorpsmediática qué es el movimiento neoconservador y en qué ideas se basa, para así tratar de calmar su incipiente paranoia. Mientras tanto, dejaremos que en La Moncloa y en sus medios afines suenen todas las alarmas y salgan de noche a buscar neoconservadores por el vecindario gritando ¡que vienen los neocon! Quién sabe, a lo mejor en esto no se equivocan, y cuando ya sea demasiado tarde y se hayan extendido realmente por la sociedad, Zapatero se los encuentre debajo de la cama. Menudo susto se va a pegar Sonsoles. O igual no.

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