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Jeff Jacoby

Un tufo a demonio

Cuando Foer preguntó a Nicolás Maduro, hoy ministro de exteriores de Venezuela, qué tiene previsto Chávez en materia de relaciones norteamericano-venezolanas, éste respondió: "el futuro es conflicto, y con toda probabilidad guerra".

El Embajador norteamericano John Bolton desechó el discurso del Presidente venezolano Hugo Chávez ante la Asamblea General de la ONU como material "de tira cómica" no merecedor de respeto alguna. Eso es injusto con las tiras cómicas. Dilbert, Beetle Bailey, o Hagar el terrible podrán no ser líderes mundiales, pero son modelos de pensamiento de estado comparados que Chávez, cuya barroca perorata fijó un nuevo mínimo histórico para la oratoria en la ONU.

"El diablo vino aquí ayer", entonaba Chávez, curvándose exageradamente en el podio donde el presidente Bush había comparecido la víspera. "Aún huele a azufre hoy". Blandiendo un libro del radical de extrema izquierda Noam Chomsky, sugerió que Bush necesita ayuda psiquiátrica y le llamó "el diablo" unas cuantas veces más (así como "embustero", "tirano", y "dictador mundial"), describiendo a Estados Unidos como "imperialista", "fascista", y "genocida". Su lenguaje fue tan virulento que el iraní Mahmoud Ahmadinejad casi parecía un moderado en comparación. Y Chávez continuó un día después, atacando con saña a Bush calificándolo como "un alcohólico" y "un enfermo".

"Ni siquiera los demócratas dirían eso", comentó la consternada secretario de exteriores de Gran Bretaña, Margaret Beckett. Bien, algunos de ellos lo harían. Pero la líder demócrata de la Cámara, Nancy Pelosi, normalmente una crítica sin igual de Bush, aparcó la política partidista para responder al vitriólico Chávez. "Hugo Chávez se precia de ser un Simon Bolívar moderno, pero a lo máximo que llega es a criminal de andar por casa", dijo. "Se degradó a sí mismo y degradó a Venezuela".

Chávez puede pasar por payaso bocazas –el pirado de Caracas le llama Mary O’Grady en el Wall Street Journal– pero su potencial para causar problemas no es ninguna broma. Es un estratega curtido hambriento de gloria y ve un roce con Estados Unidos como el pasaporte a los libros de historia. En consecuencia, denuncia al "imperio yanqui" a cada oportunidad y hace todo lo que puede por cultivar relaciones con los enemigos de Estados Unidos.

Sentó el precedente, por ejemplo, de visitar a Saddam Hussein cuando el dictador iraquí se encontraba bajo sanciones internacionales y ha intentado intimar con los teócratas de Irán y el libio Moammar Gaddafi. Es un ávido protégé de Fidel Castro y ha servido a su vez de mentor y patrono de otros presidentes latinoamericanos anti-yanquis como Néstor Kirchner o Evo Morales. Según Thor Halvorssen, de la Human Rights Foundation, Chávez ha armado, financiado y proporcionado asilo a miembros de las FARC, los narcoterroristas colombianos. Incluso se ha prodigado en alabanzas a Ilich Ramírez Sánchez, el terrorista venezolano de nacimiento más conocido como Carlos el Chacal.

Pero Chávez, que fue a la cárcel en 1992 tras intentar derrocar al gobierno democrático de Venezuela, tiene más en mente que sorprender con posturas ofensivas. Como observaba Franklin Foer en The Atlantic la pasada primavera, Chávez "habla incesantemente de la inminente confrontación militar con los gringos". Ha ordenado a sus fuerzas armadas que estudien la insurgencia iraquí y se preparen para presentar una resistencia similar si Venezuela es invadida. "Ha comenzado a organizar milicias civiles, adquirido 100.000 kalashnikov nuevos y distribuido libros acerca de guerra asimétrica entre sus principales mandos". Cuando Foer preguntó a Nicolás Maduro, hoy ministro de exteriores de Venezuela, qué tiene previsto Chávez en materia de relaciones norteamericano-venezolanas, éste respondió: "el futuro es conflicto, y con toda probabilidad guerra".

¿Una idea demente? Tal vez, pero Chávez no es tonto. El que en tiempos fuera un recluso se presentó a presidente en 1998, y en cuestión de apenas ocho años ha logrado que Venezuela pase de ser una socialdemocracia estable a un Estado cada vez más autoritario en el que él controla cada capa del poder del Estado.

En 1999, por ejemplo, Chávez concibió una nueva constitución que disolvía el Senado venezolano y facilitaba aprobar la legislación en la única cámara restante, la Asamblea Nacional. La supervisión del ejército por parte del Congreso fue finiquitada, junto con la ley que exige que los presidentes se retiren después de un mandato.

Ha tomado el control de la agencia que certifica los resultados electorales y de la enorme compañía petrolera de propiedad estatal, fuente de la mayor parte de los ingresos del gobierno. Ha blindado una nueva ley que dota al gobierno de poder para supervisar los medios, y otra que autoriza la detención de cualquier ciudadano que manifieste "falta de respeto" a funcionarios gubernamentales. También hizo ampliar el Tribunal Supremo de 20 a 32 magistrados, y ocupó después los nuevos cargos con partidarios leales.

Y bajo Chávez, la represión empeora. El último informe de derechos humanos del Departamento de Estado sobre Venezuela enumera numerosos abusos, incluyendo la tortura y el asesinato de sospechosos, y ataques contra contrincantes políticos, sindicatos, organizaciones religiosas y grupos de derechos humanos.

Mientras la noche cae sobre Venezuela, los gobernantes criminales de todo el mundo encuentran en Chávez un espíritu afín. Ése era en realidad el olor a azufre en la ONU la semana pasada, pero no procedía del presidente Bush.

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