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El efecto mariposa

Lo que seguramente hará Estados Unidos es acelerar su programa de defensa antimisiles balísticos de largo alcance, el único método que tiene en su mano ahora mismo para frustrar la capacidad de chantaje nuclear de Kim Jong Il.

El ensayo nuclear realizado por Corea del Norte ya ha desembocado en una nueva ronda de declaraciones de condena por parte de los principales actores de la escena internacional, comenzando por el departamento de Estado norteamericano. Se anuncian discusiones en la ONU y más sanciones para el tiránico régimen de Pyongyang. Esta era una consecuencia predecible. Sin embargo hay otras consecuencias más sutiles, un auténtico efecto mariposa, más difíciles de controlar y más peligrosas: las que tiene sobre el otro reto nuclear sobre la mesa, Irán.

El juego norcoreano ha sido claro desde que hace años pusiera en funcionamiento su primera central nuclear: quieren un arsenal atómico para disuadir a Estados Unidos de intervenir en el caso de que Corea del Norte avance en un modelo alternativo para la región. No quieren a una Corea del Sur libre e independiente; ni tampoco quieren un Japón gran potencia sostenida por la cobertura militar de los Estados Unidos. Quieren a los norteamericanos fuera de la cuenca del Pacífico.

¿Pero por qué ahora el ensayo nuclear? El pasado cuatro de julio el régimen de Kim Jong Il, lanzó una salva de misiles en tono amenazador. Poco consiguió con ello. Puede que ahora pretenda una mayor atención. Al fin y al cabo, si se fija en la experiencia negociadora iraní, habrá visto que con cada nueva bravuconería de Ahmadinejad, Irán consigue en lugar de sanciones mayores promesas tecnológicas, científicas y económicas a cambio de la renuncia a sus ambiciones nucleares, mientras que Corea, con cada paso que da, sigue sin obtener nada más que un mayor aislamiento. Ahora que ya todo el mundo sabe que es una potencia nuclear, se supone que el tirano norcoreano pretenderá mayores concesiones por parte de la comunidad internacional.

El efecto mariposa también cuenta con otra importante derivada: lo que las grandes potencias, la ONU y la comunidad internacional hagan ahora respecto a Corea del Norte será visto con suma atención en Teherán. Si todo se reduce a un tirón de orejas verbal y el régimen de Pyongyang se consolida como potencia nuclear, habrá una lección clara: se puede avanzar en la investigación y en el armamento nuclear mientras los diplomáticos se enzarzan en interminables negociaciones y se prometen los mejores acuerdos para algún día en el futuro. Las conversaciones entre los seis, totalmente estancadas para unos y otros, lejos de paralizar a Corea del Norte le han permitido llegar a donde acaba de llegar si castigo alguno. Los ayatolás pueden concluir que sus interminables conversaciones con Solana pueden dar el mismo fruto. Pero, y esto es importante, siempre y cuando Estados Unidos se involucre directamente en la negociación con Teherán. O si no actúa por su cuenta y riesgo.

Estados Unidos, de momento, no hará nada, estando como está sometida a múltiples presiones políticas, internas y externas. Poco puede hacer, en todo caso, si no es intervenir militarmente y cambiar el régimen de Corea del Norte. Pero lo que seguramente hará es acelerar su programa de defensa antimisiles balísticos de largo alcance, el único método que tiene en su mano ahora mismo para frustrar la capacidad de chantaje nuclear de Kim Jong Il. Los europeos deberían tomar buena nota de este hecho, pues sólo Estados Unidos cuenta con la capacidad técnica y militar de defenderse activamente contra un lanzamiento balístico. Europa no.

Corea del Norte es un remoto país, situado en una pequeña península del Pacífico, pero todo cuanto hace de malo tiene un notable efecto sobre nuestra seguridad y sobre nuestra política de seguridad. Al final va a resultar que Corea nos vuelve más vulnerables a nosotros en comparación a los Estados Unidos.

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