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Roberto Salinas León

Muros mentales

La consecuencia principal del muro migratorio que los anti-vecinos del norte pretenden construir será elevar el costo de transacción de emigrar ilegalmente a Estados Unidos.

Es paradójico e irracional que, una generación después de que celebramos la caída del muro más infame del siglo pasado, estemos ahora presenciando el inicio del muro más infame del nuevo siglo. Es paradójico e irracional que el decimotercero aniversario del proceso de integración que se dio a partir de la firma del tratado norteamericano culmine con una muralla migratoria en la frontera, en vez de una interdependencia laboral sin fronteras.

Se trata de otra triste ironía histórica para el comienzo de un siglo lleno de resentimiento, conflictos, violencia, temores y de los peores instintos y odios nativistas entre las comunidades que nos rodean. Pero las ideas, hasta las malas y las peores, siempre tienen consecuencias. La consecuencia principal del muro migratorio que los anti-vecinos del norte pretenden construir será elevar el costo de transacción de emigrar ilegalmente a Estados Unidos.

Pero no logrará detener una fuerza inevitable. Decía Víctor Hugo: ningún ejército, y por ello ningún muro, puede detener una idea cuyo momento ha llegado. La integración de los mercados laborales en la región norteamericana es natural; es un proceso inevitable, si bien de largo plazo, pero que fluye en el orden natural de los procesos económicos bajo la integración. Este muro para impedir la inmigración recuerda al famoso cuento de Frederic Bastiat, donde describía el argumento de los productores de velas para lograr la promulgación de una ley prohibiendo que la luz solar entre por las ventanas, dada la "ventaja desleal" del sol frente a los fabricantes de velas.

Sería un chiste si no fuese tan triste. Se trata de muros mentales que no han logrado reconocer las realidades de nuestra coyuntura. Primero, la demanda por mano de obra más barata al norte de la frontera no cederá con la construcción de una muralla. Es consecuencia natural de la consolidación de una economía que está en transición hacia una economía de conocimiento, una economía potenciada por el alto valor agregado de capital intelectual. Segundo, el gran número de ciudadanos que conforman la generación que está por retirarse en Estados Unidos creará una inmensa presión fiscal sobre los beneficios actuales de los retirados.

La tendencia es insostenible. En un futuro cercano se tendrán que recortar los beneficios, elevar la edad de retiro, transitar hacia un modelo de cuentas individualizadas o, en el escenario más factible a corto plazo, buscar la ampliación de la base de contribuyentes. La mejor forma de hacer esto último es relajando las restricciones migratorias.

Ahora bien, el muro es una "llamada de alerta", como bien señaló Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, para que instrumentemos los cambios necesarios para elevar la productividad mexicana y generar las condiciones que permitan conseguir empleo o enfrentaremos una situación social precaria, de altísimo riesgo. Actualmente, los mejores y más creativos mexicanos arriesgan todo para alcanzar las oportunidades ofrecidas al norte de nuestra frontera. Una cultura de alto crecimiento permitiría, en forma sana y sostenible, ofrecer los incentivos para que esas "unidades" de capital humano se queden en casa y contribuyan valor agregado en México, sin perjudicar el proceso de integración. Esto sería lo natural y lo deseable para ambos países.

Hoy confrontamos el gran reto de derribar los muros mentales que surgirán con este futuro monumento a la estupidez.

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