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Luis Hernández Arroyo

Buscando el ahorro desesperadamente

Pero, ¿tienen los americanos de a pie algún motivo para ser más austeros? ¿Por qué se endeudan tan alegremente? La respuesta es que se endeudan y gastan porque son mucho más ricos que hace años.

El ahorro personal no está de moda en Estados Unidos: entre 2001 y 2006 (2º trimestre) se ha reducido de un modesto 136.000 millones a -62.200 (sic) millones de dólares. Es decir, insignificante cifra, se mire como se mire. Mientras el gobierno logra, gracias al fuerte incremento de los ingresos, reducir drásticamente su déficit y las empresas continúan en su línea de prudencia financiera (504.000 millones de beneficios no distribuidos en 2006, frente a 192.000 en 2001), el pueblo consume con frenesí todo lo que ingresa y más.

Esta es la cantinela que se oye desde hace casi 20 años: debería fomentarse más el ahorro, para que el excesivo consumo deje de "succionar" el ahorro del resto del mundo, a lo que no hay derecho: es impresentable que los países más pobres financien al más rico (y poderoso).

Pero, ¿tienen los americanos de a pie algún motivo para ser más austeros? ¿Por qué se endeudan tan alegremente? Si pasamos de mirar las cifras de ahorro anuales a lo que ha pasado con la riqueza acumulada de las familias, nos encontramos con una historia muy distinta. La respuesta es que se endeudan y gastan porque son mucho más ricos que hace años.

Hasta ahora hemos mirado en la cuenta de operaciones. Pero las familias acumulan también bienes, y es en el balance patrimonial de las familias donde se cuenta la situación al cierre del ejercicio, con todas las variables, incluidas las variaciones de precios (ganancias y pérdidas de capital). Veamos, pues, la cuenta patrimonial de las familias.

El balance total, con todo incluido, dice que, entre 2001 y 2006, se ha registrado un aumento de la riqueza total –física y financiera– de las personas de 48,7 a 66 billones de dólares. Un aumento del 35% en 5 años, al ritmo del 7% anual. Este aumento, como hemos dicho, se debe a las alzas de los precios de los componentes; pero también a los cambios en la composición de la riqueza: vivienda, acciones, bonos, etc. Pues bien, por componentes, el activo físico aumenta un 40% en los 5 años; además, el inmobiliario aumenta un 78% (sic). El financiero, en cambio, "sólo" un 20%. A destacar que del capital financiero, la suma del más líquido (depósitos) y el más seguro (bonos públicos) aumenta nada menos que un 40% frente a la caída del 28% del menos líquido. En suma, la riqueza de las familias es considerablemente mayor, con más peso específico en bienes reales y con un grado de liquidez envidiable. Esto denota una prudencia inversora, y quita gravedad al aumento de los pasivos, que parece que han sido bien empleados. Las personas son más ricas, más cubiertas para pagar sus deudas, y con más renta para consumir.

Luego de abismo, nada. Hay riesgos, indudablemente, ligados a caídas de precios, pero son riesgos bien cubiertos, teniendo en cuenta que la riqueza neta personal (activos menos pasivos) representa un 560% de la renta disponible, y teniendo en cuenta, además, que la caída de precios de inmuebles (que ya ha comenzado a producirse), para que afecte a alguien que hizo la compra hace 5 años o más, mucho tendría que caer para que se tradujera en pérdidas de capital.

Quizás –o probablemente– los críticos con esta situación piensen que los aumentos de precios de los activos que han permitido este enriquecimiento no se consolidarán: que tarde o temprano han de revertirse. (O, inconscientemente, piensen que son injustos, y que "deberían" revertirse.) Los precios de los activos son difíciles de teorizar. Decir que "todo lo que sube, baja" no es suficiente. Porque no es cierto, y además, no dice cuánto baja. Pero parece que es la idea dominante; una idea vengativa, ciertamente, como la del precio "justo", y que éste es el del pasado. A largo plazo, y aparte de guerras y catástrofes, los precios de los activos tienden a consolidarse cuando su productividad se mantiene o aumenta, y por ello se desean; tiende a bajar cuando nadie quiere los quiere.

En cuanto al efecto "succión" del ahorro exterior: nadie está obligado a prestar a Estados Unidos. Pero mientras una serie de factores, cuantificables y –quizás más importantes– no cuantificables pesen en la mente de los ahorradores, EE UU seguirá recibiendo capital del exterior.

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