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José María Marco

La España plural

El nacionalismo deja ver aquí una de sus caras más siniestras: el clasismo racista.

En apariencia, la entrevista frustrada entre Xavier Sala i Martín y Montilla es una escena cómica, o mejor un episodio bufo protagonizado por un catedrático supuestamente liberal, pagado de sí mismo, y un candidato a la presidencia de la Generalidad muy poco ilustrado y carente del más mínimo linaje catalán. Una viñeta para una función de Boadella. El final, con el candidato charnego levantándose de la mesa ante la soberbia del señorito nacionalista resulta, desde este punto de vista, impagable.

Y sin embargo, de la lectura de la entrevista que Sala i Martín ha colgado de su histriónica página web queda un regusto amargo.

Sala i Martín ha decidido olvidarse de que el nacionalismo catalán ha sido siempre, y lo sigue siendo, profundamente contradictorio con el liberalismo del que presume con tanta arrogancia. Pocas legislaciones hay tan intervencionistas, tan desconfiadas de la libertad individual como las que ha producido el nacionalismo, conjugado o no con el socialismo.

Está además el desprecio con que el nacionalista Sala i Martín trata a quien más que un entrevistado parece un ser inferior, que no alcanza ni siquiera la categoría de alumno de tercera. El nacionalismo deja ver aquí una de sus caras más siniestras: el clasismo racista.

Y además, y sobre todo, está el fondo de la disputa que se está ventilando y de la que tan mal parados salen los dos protagonistas. Sala i Martín, porque le habría tocado defender la libertad y la traiciona desde el primer momento. Montilla, porque le habría tocado defender la idea nacional, española, enraizada en una izquierda con principios morales y patrióticos. Por mucho que se empeñe, lo suyo no es esa ideología de señoritos de vuelta de todo, tipo Maragall y cía. Claro que participar de los beneficios del “oasis catalán” debe de borrar muchas humillaciones.

Los dos protagonistas aceptan –con gusto, al parecer– rechazar sus principios y negar su propia naturaleza. De ahí la saña que proyectan sobre el adversario.

El espectáculo resulta bufo, sí, pero repugnante. Demuestra hasta qué punto el nacionalismo y la deriva postmoderna del socialismo están corrompiendo la vida pública y han podrido la raíz moral en el propio comportamiento de los individuos. Esa es la alianza que quiere gobernar la nación española, el modelo de la llamada España plural.

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