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Se puede y se debe vencer al terrorismo

Quienes defienden con ardor el pactismo y el apaciguamiento con ETA afirman sin rubor que ETA lleva tres años sin matar; esconden que el origen de tal situación no es, ni más ni menos, que la guerra sin cuartel decretada contra los criminales.

Políticamente hay que ser muy ingenuo o estar ideológicamente muy enfermo para pensar que es posible llegar a cualquier apaño con Hezbolá o ETA que no haga sino envalentonarles y darles ánimos para el futuro. Cualquier paso atrás ante el terrorismo, sea retirar las tropas de Irak o anunciar la creación de una mesa de partidos, es automáticamente interpretado por los terroristas como una victoria. Y lo que es peor, como una confirmación de que a base de bombas se puede conducir la política de un gobierno. Desde Gara y Zutabe hasta las webs islamistas, la derrota de España es un clamor que se repite y se celebra.

Quienes defienden con ardor el pactismo y el apaciguamiento con ETA afirman sin rubor que ETA lleva tres años sin matar; esconden que el origen de tal situación no es, ni más ni menos, que la guerra sin cuartel decretada contra los criminales. No ha sido ni el "ansia infinita de paz" ni Otegi, "ese hombre de paz", lo que explica los tres años sin muertos. Fueron Mayor Oreja, Rajoy y Ángel Acebes quienes pusieron a ETA contra las cuerdas. Durante años, se demostró una verdad estratégica evidente: para acabar con el terrorismo no es necesario ni acudir solícito a dialogar con los asesinos ni organizar tramas criminales desde el Estado. Basta con aplicar la ley y proporcionar a las Fuerzas de Seguridad los instrumentos necesarios para perseguir al criminal se esconda donde se esconda.

Pero, sobre todo, moralmente y muy mal deben estar las cosas para tener que recordarlo, se debe perseguir, capturar y condenar a quien dedica su vida a quitársela al inocente. Sentarse a negociar con quien acumula un arsenal en la retaguardia francesa o hacer la vista gorda al paso de armamento en Líbano es lavarse las manos ante quien tiene el propósito de asesinar inocentes. Antes que la política y la estrategia está la actitud moral. Y es que, aunque no se pudiera vencer a quienes ven en el ser humano carne de cañón eliminable a golpe de coche bomba o tiro en la nuca, oponerse a ellos es la única opción humanamente aceptable.

Opción humana que es la única posible, política, estratégica y moralmente. Al terrorismo se le puede vencer y derrotar, se le debe vencer y derrotar. Y esto debiera ser categórico cuando uno es dueño de los destinos de una colectividad que es objetivo declarado de los encapuchados. Por encima de los errores, de la enfermedad ideológica y del error estratégico se sitúa entonces la aberración moral de no ser el primero en liderar la lucha contra quienes han matado y piensan seguir haciéndolo, a sus conciudadanos.

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