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Variaciones electorales

Lo que ahora se plantea no es ya sólo si ese impulso se ha estancado sino incluso si el verdadero significado de las elecciones es la inversión de la tendencia, volviendo de nuevo el país al redil demócrata.

Si 77.611 votos en una serie de elecciones clave hubieran cambiado de bando, los republicanos tendrían el control de la Cámara de Representantes. Si lo hubieran hecho 2.847 votantes en Montana, el Senado sería del partido de Bush. Para un país de 300 millones no parece una derrota abrumadora. Los resultados actuales están en la media histórica de los del sexto año de un presidente reelegido. Sin embargo los demócratas hablan de "paliza" y los republicanos lo aceptan sin chistar.

En términos de poder, así ha sido. Las dos cámaras están en manos del partido del burro, tienen más gobernadores y han obtenido mayor número de victorias en los órganos legislativos estatales. La presidencia se ha quedado sola. Habrá que saber cuántos, en total, votaron a cada partido y compararlo con los resultados de las tres últimas y crecientes victorias republicanas, las presidenciales de 2000 y 2004 y las de medio mandato del 2002, para tener una idea del trasiego de votos y sus posibles implicaciones. Más allá de Irak o de cualquier política en disputa, lo que está en juego es el futuro del poder en los Estados Unidos y el de las ideas que van a dominarlo.

Desde la Segunda Guerra mundial los demócratas gozaron de una neta ventaja, gracias a que supieron formar una mayoritaria coalición de minorías. En principio tenían el poder, los republicanos debían conquistarlo. En todo el período hasta 1994 la cámara baja fue siempre suya. En ese año se la arrebataron los republicanos dirigidos por Newt Gingrich con un programa de gran empuje e ínfulas revolucionarias, ya que el status quo venía determinado por sus rivales. Luego vinieron las victorias de las tres últimas elecciones, y en las del 2004 se hicieron con todos los resortes del poder, Senado incluido. Gracias a defunciones o retiros voluntarios, Bush encontró por fin la oportunidad de realizar el sueño conservador, empezar con sus nombramientos a darle la vuelta a una judicatura que, en manos de sus enemigos ideológicos, se había convertido en un bastión de ideas radicales que a golpe de sentencias imponía auténticas reformas constitucionales que el Congreso no había discutido ni el pueblo votado.

Los profundos cambios políticos de los últimos doce años hunden sus raíces en antecedentes que se remontan a medio siglo atrás, con la fundación de National Review por William F. Buckley, iniciando un largo y arduo esfuerzo por desarrollar ideas conservadores y dotarlas de respetabilidad y categoría intelectual. Una primera plasmación política de este movimiento tuvo lugar diez años después con la candidatura presidencial de Barry Goldwater, a mediados de los sesenta. La primera gran victoria se la proporcionó las presidencias de Ronald Reagan, en los ochenta. A partir del 94 la nueva coalición conservadora comenzó a disputarle la mayoría a los demócratas. El 2000 fue un empate casi absoluto. En realidad Gore obtuvo un 0’2% más de votos populares y Bush ganó por poco más de 500 sufragios en Florida, que los demócratas todavía llevan atragantados. Esta victoria de fortuna fue luego revalidada en el 2004, cuando ya la guerra de Irak se había empantanado, batiendo Bush a Kerry con un 2’5% de ventaja en papeletas de votantes. La progresión parecía imparable.

Lo que ahora se plantea no es ya sólo si ese impulso se ha estancado sino incluso si el verdadero significado de las elecciones es la inversión de la tendencia, volviendo de nuevo el país al redil demócrata, recuperando una mayoría estable que les proporcione una cómoda garantía de poder por unas cuantas décadas más, tras un efímero interludio de predominio republicano. Muchos liberals, con acento esdrújulo, que es como muy impropiamente se llaman los izquierdistas norteamericanos, se han apresurado a proclamarlo. Algo prematuro, aunque algunos importantes indicios se puedan aducir. No es sólo que se necesite tiempo para analizar los resultados de un larga colección de comicios locales. Es que además es siempre azaroso extrapolar conclusiones a partir de un sólo año. Pero el tema es de primordial importancia.

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