Menú
Jeff Jacoby

De nuevo, todo el poder para un partido

Había un motivo por el que los demócratas no han tenido un gobernador de su partido en el estado más demócrata del país durante los últimos 16 años. En dos palabras: Michael Dukakis.

Fue el 16 de abril de 1976, en los exteriores del ayuntamiento de Boston, en una concentración contra el busing (práctica consistente en asignar a los niños de un barrio colegios en otro, con el fin de fomentar la integración). El fotógrafo Stanley Forman recogió la imagen que se convertiría en uno de los iconos más notorios de la historia de Massachusetts: el ataque por parte de un adolescente blanco furioso de 17 años contra el abogado negro Theodore Landsmark, utilizando como arma un asta de bandera con la bandera de barras y estrellas. Fue un momento desagradable y una imagen inolvidable; fue toda la prueba que incontables televidentes necesitaban de que Boston era un hervidero de prejuicios raciales.

"Para demasiada gente en todo el país", lamentaba el alcalde Tom Menino hace unos cuantos años, "cuando piensan en Boston, la imagen que recuerdan es la de Ted Landsmark siendo golpeado por la bandera norteamericana ".

El 4 de enero del 2007 los americanos verán otra imagen de un abogado negro en Boston, una con mayor resonancia histórica. Cuando Deval Patrick levante su mano derecha y jure el cargo como gobernador de Massachusetts, se convertirá en el primer gobernador negro en los 375 años de historia del estado. Sea lo que sea lo que deparen los próximos cuatro años, la llegada de Patrick al cargo lavará al fin la vergonzosa mancha de ese día de 1976.

La raza es un motivo pobre para votar a favor o en contra de algún candidato. Pero encuentro difícil zafarme de la sensación de que muchos votantes de Massachusetts disfrutaron de la idea de ascender a una minoría al cargo más alto del estado. Que hasta en este Massachusetts tribal, donde la política puede ser difícil de distinguir de feudos de sangre y las redes creadas por antiguos políticos cuidan celosamente de los suyos, un joven negro de los barrios bajos –de Chicago– pueda llegar a gobernador dice algo esperanzador de la democracia norteamericana.

El color de Patrick habría sido hace tiempo todo el motivo necesario para que muchos votantes se opusieran a él. En el 2006 fue una cosa más dentro del conjunto de una candidatura que gustó a los votantes, porque reflejaba algo agradable sobre ellos mismos. Ese fue el verdadero "tema racial" de la campaña del 2006.

Pero si la elección de Patrick ayuda a poner fin a un capítulo problemático del pasado del Estado de la Bahía, también reabre otro. Con la oficina del gobernador de nuevo en manos demócratas, Massachusetts será una vez más un estado de un solo partido. El poder republicano local estará en su peor momento hasta donde alcanza mi memoria; quizá sea su peor momento hasta la fecha. Los demócratas tienen todos los motivos para celebrarlo; Patrick disputó una gran campaña y su victoria en las elecciones fue decisiva. Pero había un motivo por el que los demócratas no han tenido un gobernador de su partido en el estado más demócrata del país durante los últimos 16 años. En dos palabras: Michael Dukakis.

La última vez que Massachusetts fue una sucursal completamente propiedad del Partido Demócrata, la economía del estado implosionó. Apenas tres años después de que Dukakis se hubiera presentado como candidato a la Presidencia de Estados Unidos como el arquitecto de un supuesto "milagro de Massachusetts", el Estado de la Bahía se encontraba al borde del colapso fiscal. Mientras los beneficios empresariales llegaban con cuentagotas, la tinta roja anegaba Beacon Hill. Se subían los impuestos y los aranceles, para después subirlos otra vez. Y aún así Beacon Hill no podía cuadrar los libros. El estado comenzó a emitir bonos para cubrir los gastos operativos. Para cuando Dukakis se fue, la cotización del bono de Massachusetts se encontraba en el mínimo de cualquier estado, sólo un paso por encima del nivel de "grado de no inversión"; es decir, basura. Y el presupuesto que pasó a su sucesor fue de casi 800 millones de dólares en números rojos.

Cuando los demócratas controlaron por última vez la Cámara, el Senado y la oficina del gobernador de Massachusetts proliferaron los escándalos. Los republicanos que se pronunciaron contra la mala gestión del partido único fueron ridiculizados por aquellos que estaban en el poder. En una ocasión memorable –su discurso sobre la situación del Estado de 1989– Dukakis atacó a aquellos que criticaban su gestión y pedían reformas como "desconocidos sin valentía".

Los votantes de Massachusetts descubrieron que el gobierno de un solo partido era un desastre. Y habiendo acabado tan mal la última vez que lo probaron, no lo votaron de nuevo durante 16 años. Ahora están dispuestos a verlo en acción otra vez. Quizá se deba a que muchos de ellos encuentran muy atractivo a Patrick. Quizá se deba a que el recordatorio de Kerry Healey sobre dónde puede conducir la ausencia de pesos y contrapesos fue muy ineficaz. Quizá se deba a que tras cuatro mandatos de gobernadores republicanos, los electores simplemente están cansados de Partido Republicano. Probablemente sea una mezcla de las tres.

Patrick disputó una campaña en gran medida libre de sustancia y detalles. Cortejó a los votantes con inspiración y buenas intenciones. Lo que nadie sabe es qué hará con su mandato, y si aprenderá o no de la experiencia de Dukakis. Tiene algo importante a su favor: no es producto de la cultura política del Estado. Y tiene una gran desventaja en su contra: el poder tiende a corromper.

"La democracia", escribía H. L. Mencken, "es la teoría de que la gente corriente sabe lo que quiere y se merece obtenerlo para bien o para mal". No parecen haber grandes dudas de lo que quieren los votantes de Massachusetts. La cuestión ahora es: ¿qué van a recibir?

En Internacional

    0
    comentarios