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EDITORIAL

Otra vez contra las víctimas

Como en una democracia no se pueden prohibir las manifestaciones pacíficas, al presidente no se le ha ocurrido hasta la fecha mejor manera de acallar la disidencia que manchando el honor de los que osan llevarle la contraria

Si algo tiene bueno el Gobierno de Zapatero es que su quehacer político es perfectamente predecible para casi todo. Como maestros del agit-prop que son, sus estrategas reproducen los mismos patrones hasta hacerlos tan pronosticables como el tiempo atmosférico que hará mañana en el archipiélago balear. Para muestra, las declaraciones que hizo ayer Antonio Hernando, portavoz socialista en el Congreso. El Gobierno, a través de su partido, el socialista, ya ha empezado a calentar motores para afrontar la manifestación de la AVT que el próximo día 25 se les viene encima. Si en otras ocasiones se recurrió al insulto directo o al intento de hacer cambios en la ejecutiva de la asociación, esta vez la ofensiva la ha comenzado Antonio Hernando apelando a la representatividad de la AVT y a lo que, supuestamente, la asociación de Alcaraz dedica su presupuesto.

Ni qué decir tiene que las manifestaciones de Hernando son la primera piedra de la campaña que vendrá en los próximos días. Una campaña que ha de ser, necesariamente y con el concurso de todos los terminales mediáticos que el Gobierno tiene a su servicio, peor y más virulenta. Alcaraz y los suyos pueden ir preparándose, pues esto no ha hecho más que empezar. Que hagan memoria y traigan al presente campañas pasadas, como la de utilizar a Pilar Manjón en su provecho, la de colocar a Peces Barba en un Alto Comisariado fantasma o la de liquidar a Alcaraz en la operación Broseta.

A estas alturas, pasado el ecuador de la legislatura y con la indigna negociación con la ETA en un previsible punto muerto, la manifestación de las víctimas viene a recordar al Ejecutivo que sentarse con los asesinos no fue buena idea, que ceder en los tribunales es un disparate y un insulto a la Justicia, y que dar esperanzas a la banda terrorista es una traición a la memoria y la dignidad de todas y cada una de sus víctimas. Algo tan elemental subleva la conciencia de Zapatero hasta tal punto que no quiere oírlo ni en voz baja. Como en una democracia no se pueden prohibir las manifestaciones pacíficas, al presidente no se le ha ocurrido hasta la fecha mejor manera de acallar la disidencia que manchando el honor de los que osan llevarle la contraria.

Parece obvio que no funciona, que la calle sigue refrendando a la AVT, que unos cuantos millones de españoles –bastantes más de los que Zapatero quisiera– apoyan moralmente a Alcaraz. Al Gobierno, sin embargo, esto, en lugar de llevarle a buscar el consenso replanteándose desde cero su política antiterrorista, le produce urticaria y rebusca en el manual de consignas el modo de aplacar la resistencia que buena parte de la sociedad española ha ofrecido a la innecesaria y aberrante rendición ante la ETA. Ayer le tocó a Hernando, mañana será otro y lanzará su dardo contra la AVT en otra circunstancia y lugar. No hay otra elección, cuando se cede ante los verdugos se está irremediablemente contra las víctimas. Así de sencillo, así de triste.

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