Los resultados de la encuesta hecha pública este lunes por el CIS ponen al PSOE en un nuevo aprieto. Ya se ha pasado de sobra el ecuador de la legislatura y el partido del Gobierno no sólo no levanta el vuelo sino que se hunde aún más en la ruina de unas expectativas de voto decrecientes. Si en enero eran 1,6 puntos los que separan a PSOE y PP, en la de este otoño ya son sólo 1,4. De mantenerse esta distancia los socialistas lo tienen realmente complicado de cara a las elecciones municipales y autonómicas de la próxima primavera, verdadero plebiscito del zapaterismo gobernante.
Para un partido que ganó holgadamente las elecciones con cinco puntos de ventaja y que, además, lo ha tenido todo a favor durante estos dos años y medio, situarse en el empate técnico debe ser harto frustrante para los mandarines del partido y es seña inequívoca de que el gabinete Zapatero no es tan popular como sus propagandistas pretenden. Un Gobierno sectario, sometido a los impulsos de un iluminado, propenso al radicalismo y enemigo como pocos del diálogo no podía pasar desapercibido. La sociedad española actual no es la de los años del felipismo, y más habida cuenta del cómo y el porqué de la victoria socialista el 14 de marzo de 2004. Blanco debería tenerlo muy en cuenta; Zapatero más.
