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Emilio J. González

Yunus redescubre a Adam Smith

Un economista que vive y trabaja en uno de los países más pobres de la tierra resulta que, en vez de pedir más Estado y más solidaridad internacional para sacar adelante a su nación, por lo que aboga es por potenciar el papel del empresario.

El discurso que ha pronunciado el economista bengalí Muhammad Yunus al recibir el Premio Nobel de la Paz 2006 supone un punto de inflexión de suma importancia en el debate mundial sobre la lucha contra la pobreza. Yunus, que obtuvo el galardón por ser el fundador, en 1983, del Banco Grammeen –conocido como el banco de los pobres– para aliviar la situación de casi esclavitud de parte de la población campesina de Bangladesh, no ha hablado de intervención pública, de ayudas de los gobiernos a los países en desarrollo ni cosas por el estilo. Por el contrario, de lo que ha hablado Yunus es, en sus palabras, de una alternativa al "sueño socialista", ese sueño que sigue impregnado las políticas y el debate en torno al desarrollo y la pobreza en el mundo.

Dice un conocido adagio asiático que "si me das un pez, comeré un día; si me enseñas a pescar, comeré todos". Yunos ha hecho suya esta forma de pensar y no aboga por ayudas de efectos concretos, que suelen ser ineficaces, además de alimentar la corrupción de los gobiernos en los países en desarrollo. Lo que propugna Yunus es la ampliación del concepto de empresario, esto es, de personas que tienen iniciativa y asumen riesgos, como base del progreso económico y social. No se trata, por tanto, de que el Estado provea, sino de que las personas tengan capacidad para resolver sus problemas económicos por sí solos. Este es el secreto de los países del sureste asiático que se abrieron a la economía de mercado y triunfaron, mejorando los niveles de vida de sus respectivas sociedades, y es lo que propone Yunus. Un economista que vive y trabaja en uno de los países más pobres de la tierra resulta que, en vez de pedir más Estado y más solidaridad internacional para sacar adelante a su nación, por lo que aboga es por potenciar el papel del empresario, la base del sistema de economía de mercado y el centro del mismo, porque es quien crea empleo y bienestar, quien promueve el desarrollo y la mejora del nivel de vida de las personas. Pero esto no es nuevo; ya lo dijo Adam Smith en 1777 cuando publicó su famoso libro La riqueza de las naciones, en el que sentó los fundamentos teóricos de la economía de mercado y la libertad de empresa, así como de los beneficios que reporta, aunque luego se han visto negados una y otra vez por los defensores de utopías que niegan la verdadera naturaleza del ser humano y restringen su libertad en aras de un bien común, que después ni es bien, ni es común.

En las palabras de Yunus, además, hay un segundo elemento de importancia. En esa ampliación del concepto de empresario, el economista bengalí quiere encuadrar un componente ético. Yunus aboga por un hombre de negocios motivado por la obtención del "máximo de beneficios". Esto es poco menos que capitalismo puro y duro. Pero ese hombre también encontraría motivación en "hacer el bien a las personas y al mundo". Beneficios y altruismo, que siempre se han presentado como términos opuestos y excluyentes, en Yunus, en cambio, son compatibles y pueden y deben formar parte de un todo. Esto, que en cierto modo se corresponde con el contenido de muchos programas actuales de las mejores escuelas de negocios del mundo, lo defiende un hombre que, como digo, vive y trabaja en contacto directo con la realidad de la miseria en uno de los países más pobres del mundo. Él no culpa al capitalismo de los males del mundo, sino que ve en él un instrumento para superar esas situaciones de pobreza indeseables y, además, la posibilidad de que ese llamémosle egoísmo del empresario pueda transformarse en un elemento de gran contenido ético. Y aquí, nuevamente, Yunus coincide con Adam Smith. Los detractores del pensamiento del gran economista clásico escocés siempre han insistido en lo poco humanos que resultan sus planteamientos del beneficio por el beneficio y del egoísmo individual como motivación del buen funcionamiento de las economías. Con ello pretenden justificar la acción del Estado y restringir las libertades económicas. Pero estas críticas olvidan que Adam Smith acompañó su voluminosa La riqueza de las naciones con un tratado aún más extenso sobre los principios éticos como parte indisoluble de la primera obra y sin la cual no se puede entender aquella en su totalidad.

Los planteamientos de Adam Smith datan de finales del siglo XVIII. Desde entonces, se han negado una y otra vez en nombre del progreso, la justicia social y la lucha contra la pobreza. Y ahora viene un economista de uno de los países más pobres del mundo para redescubrir a todos que aquellos postulados tan criticados del economista escocés no es que fueran correctos, es que, además, hoy tienen plena vigencia, sobre todo para los países menos desarrollados, aunque a muchos les cueste aceptarlo.

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