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Antonio José Chinchetru

Gamoneda, o la censura

Este escritor se delata así como un censor en potencia. Su actitud es similar a la de aquellos que, cuando apareció la imprenta, se lanzaron a pedir, y conseguir, instrumentos de control sobre la entonces naciente industria editorial.

El periodista Antonio José Chinchetru, recientemente galardonado con el premio Columnista Calvo 2006, consideró "absolutamente necesario" la instauración de "instrumentos de control y de vigilancia" dentro de la publicación de libros para evitar la "proyección de equívocos" en un medio "potencialmente muy eficaz".

"Creo que se necesitaría algo parecido a lo que serían controles en cuanto al buen sentido y calidad de lo que se incorpora a las editoriales", dijo Chinchetru a los periodistas en Madrid, donde asistió a la presentación de un catálogo de columnistas en Internet donde figura él junto a otros 61 autores.

El articulista de Libertad Digital desveló que nunca ha leído un libro y que jamás ha accedido a un servicio que consideró "altamente tecnificado, muy necesario y potencialmente muy eficaz, pero también muy capaz de proyectar equívocos".

No hace falta decir que las anteriores líneas son mera fantasía. Ni tengo un premio como columnista calvo (a pesar de mi más que avanzada alopecia) ni jamás se me ocurriría decir cosas así, por no añadir que la lectura es una de mis actividades favoritas. Pero hagan un esfuerzo e imaginen que lo que han leído se trata de una noticia real. Por esas declaraciones se me criticaría y se me acusaría, con razón, de querer atentar contra la libertad de expresión. Entre los dedos acusadores sin duda figurarían escritores. Es posible que, si de alguna manera se llegara a enterar, entre ellos estuviera Antonio Gamoneda. Ahora cambien mi nombre y los datos referidos a mí por el del citado Premio Cervantes y sustituyan "publicación de libros" y "editoriales" por Internet. Encontrarán una noticia real.

Este escritor se delata así como un censor en potencia. Su actitud es similar a la de aquellos que, cuando apareció la imprenta, se lanzaron a pedir, y conseguir, instrumentos de control sobre la entonces naciente industria editorial. Unos mecanismos contra la libertad de imprenta que dudaron demasiados siglos y que en algunos lugares del mundo como Cuba, Arabia Saudí o Egipto siguen funcionando. Este analfabeto tecnológico –pues no se puede considerar de otra forma a alguien que reconoce que jamás se ha conectado a la Red– forma parte de ese grupo de dinosaurios en vías de extinción que ven como su mundo, el de la cultura en manos de una reducida élite, desaparece dejando lugar a una nueva realidad a la que no saben adaptarse. Y al igual que Umberto Eco y otros, Gamoneda opta por atacar aquello que no entiende.

Puede que Gamoneda sea un excelente escritor –no lo sé, pues sus obras no están entre mis lecturas habituales o tan siquiera esporádicas–, pero eso no le libra de ser capaz de presentarse como un enemigo de la libertad. Pues no es otra cosa quien pretende crear sistemas de control sobre lo que escriben otras personas. Mi recomendación personal para él es que se mantenga callado en asuntos como este y comience a conectarse a la Red. Nunca es tarde para empezar y puede que le ayude a ser más abierto de mente.

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