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José María Marco

El precio de la cortesía

La costumbre resulta, efectivamente, muy poco democrática. Huele más bien a satrapía, con los dos mandamases de los principales partidos reuniéndose sin testigos ni publicidad, como en un casino de ciudad de provincias.

En ninguna democracia del mundo se andan reuniendo el primer ministro con los jefes de la oposición con la frecuencia con la que lo hacen en España. De hecho en muchas no se reúnen nunca, como no sea en el Parlamento.

La costumbre resulta, efectivamente, muy poco democrática. Huele más bien a satrapía, con los dos mandamases de los principales partidos reuniéndose sin testigos ni publicidad, como en un casino de ciudad de provincias. Hay quien dice que es una cuestión de cortesía, y que en democracia las formas lo son todo. No sé a qué antiguo marxista se le habrá ocurrido eso. La forma de estas reuniones es, más aún que inane, humillante para los ciudadanos.

Por si fuera poco, el efecto nunca es neutro. Rajoy ha dejado claro lo que ya sabíamos acerca de la posición de fondo del PP ante el proceso de rendición. Zapatero, por su parte, se retranquea en las ambigüedades de estos últimos días, que confirman los peores pronósticos: que se están celebrando reuniones con los etarras, que se encontrará una fórmula para que Batasuna se presente a las elecciones y que el partido socialista está dispuesto a ceder Navarra a los nacionalistas vascos.

Habremos conseguido, eso sí, una foto. Distinta para cada uno. Para el partido socialista, la de que el PP respalda de alguna manera el "proceso", aunque sólo sea para que no le acuse del fracaso cuando este se produzca. Por parte de los populares, la de que el partido de la oposición se está cargando de razón para cuando todo el asunto se venga abajo.

A partir de ahí, Rajoy se siente obligado a decir que no se le ha comunicado certidumbre alguna acerca de unos hechos que todo el mundo sabe que están ocurriendo. En cambio, el gobierno del PSOE dirá lo que le venga en gana acerca de la paz, el diálogo y el consenso, sin que falte ni siquiera alguna referencia cínica a las víctimas del terrorismo. Mientras, las calles del País Vasco aparecen forradas de carteles con pistolas.

Esta vez Rajoy ha marcado el territorio con más prudencia que en otras ocasiones. Se ha mostrado más serio, más grave, más circunspecto. El esfuerzo le servirá de poco ante la frivolidad absoluta de Zapatero. Pero no le saldrá gratis. Lo cortés, en este caso, sale carísimo.

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