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Carlos Semprún Maura

Baker Street

Ségolène Royal es tan engreída, soberbia y boba que es capaz de intentar castigar políticamente los líos de faldas de su compañero.

Apenas había aludido en mi última "carta" a los rumores sobre la Baker Street del primer secretario del PS, François Hollande, y dos días después me entero del nombre de la "segunda mujer". Al saber de quién se trata mi primera reacción fue de sorpresa y algo, tal vez, de envidia varonil: ¿cómo es posible que ese renacuajo, con una inteligencia afeitada, como los toros de los Dominguín, tenga tratos "sentimentales" con mujeres como la Royal, que de fea nada tiene, y la señora X, que es aún más guapa y con más duende según mis propios criterios? Precisaré que estos rumores no me han llegado del gabinete de un ministro, ni de altos funcionarios de la Policía, ni siquiera de algún periodista de información. No, mis interlocutores son personas que, desde luego, se interesan a la política –por cierto, algunos me anunciaron su decisión de votar por primera vez en su vida a la derecha, en concreto a Sarkozy–, pero sin acceso directo a los dossier confidenciales. Quiero decir con esto que, si yo lo sé, todo el mundo lo sabe.

Desde luego, la inquilina simbólica de Baker Street también es responsable del PS y, por lo tanto, se trata de un adulterio familiar y políticamente correcto. Además, no hay que darle al suceso más importancia de la que tiene. Al fin y al cabo, Hollande y sus lugartenientes han organizado perfectamente el éxito de Ségolène en las primarias del PS, hasta tal punto que uno de dichos lugartenientes metió la pata, anunciando muy ufano la amplitud de la victoria de Royal antes de que se contaran los votos... Internet y los sondeos se encargaron del resto.

También es cierto que la entrevista en Le Monde del primer secretario, en la que afirmaba que había que aumentar todos los impuestos y crear otros nuevos, sembró desconcierto en el partido. Recuerden que la Royal anuló dos conferencias de prensa que tenía previstas y, pocos días después, encargó al eterno mayordomo –lo fue con Miterrand, lo es con Royal– Jean-Louis Bianco que precisara que, cuando sea presidenta, no aumentará los impuestos. En cuanto al nuevo tributo que propone Hollande para financiar las pensiones, reconoció que el tema estaba en discusión en el PS, pero que nada se ha decidido aún. Salvo Hollande, precisamente, quien lanzó ese petardo para recordar a tirios y triyanos que seguía siendo el primer secretario y que había que contar con él no sólo durante la campaña, sino también para el futuro reparto de carteras. Porque Ségolène Royal es tan engreída, soberbia y boba que es capaz de intentar castigar políticamente los líos de faldas de su compañero.

Estamos muy lejos de la lucha de clases y más aún del nuclear iraní.

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