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Luis Hernández Arroyo

Buen humor

El caso es que en el nuevo mundo, por herencia británica y protestante, la creencia en un Dios se puso por encima de la razón, a la que se consideraba de patas muy cortas para llegar muy lejos sin el apoyo en la fe.

Me complace leer las columnas de Mark Steyn porque siempre están cargadas de ironía. Y no digamos las del Carlos Semprún, verdaderas joyas de la escritura "sin faja". Cito a los dos porque sus últimas columnas llevan una carga demasiado pesada si no fuera por su humor; humor negro, pero humor. Esa carga está íntimamente relacionada. Semprún ataca a los ecologistas con su fina espada del humor y Steyn lo hace con su tremebundo tema de la caída demográfica. Ambos son dos Isaías no escuchados, dos casandras a las que nadie hace caso, simplemente porque dicen verdad, y la verdad es dolorosa.

La racionalidad –dice Steyn– nos propone dar un portazo a toda religión como el cristianismo, que celebra estos días el nacimiento de un niño. Ese portazo que le damos en los países decadentes a la religión es el portazo a la vida. ¡Es tremendo el efecto destructor del racionalismo cuando no va moderado por una humilde y sumisa duda en su capacidad!

No nos hemos repuesto del exceso de racionalismo que se instaló en nuestro viejo continente con la Ilustración. Ilustración versus Religión sería el resumen de nuestros dos últimos –trágicos– siglos. En cambio, en el mundo angloamericano, se unió la fe y la razón en una combinación excelente ("Humble Faith,Common Sense", como lo resume Michael Novak) como los dos pilares básicos de los Estados Unidos de América. Por cierto, Novak es un católico practicante, para que conste. Sobre este desarrollo diferente habría mucho que hablar, y no debería descartarse la arrogancia de la Iglesia como origen de la aún mayor arrogancia de la Ilustración. El caso es que en el nuevo mundo, por herencia británica y protestante, la creencia en un Dios se puso por encima de la razón, a la que se consideraba de patas muy cortas para llegar muy lejos sin el apoyo en la fe. Por el contrario, el viejo continente se sumió complacido en el reino absoluto de la razón, y desde entonces damos portazos clamorosos a la vida.

Y aquí es donde quería llegar: el ser humano se asienta necesariamente en creencias. Su razón se apoya en una base irracional. Esa base, o es una lenta decantación de las tradiciones o es, como ahora, una elaboración apresurada de consignas políticas. La consigna de mayor aceptación es el ecologismo, cuya única virtud es ver como actuaba en las mentes el chamán de la tribu. Sí: dicho crudamente, o comulgas en la Iglesia o te hacen comulgar con ruedas de molino. Corolario: en contra de lo que creía Marx, la religión no es el opio del pueblo. A veces es todo lo contrario. Siempre creemos en algo, y más vale que sea algo enaltecedor.

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