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Ignacio Villa

Vuelve la agitación callejera

Ese es el plan del sábado. Una manifestación contra el PP, una protesta contra la oposición. Algo habitual en

Se veía venir. Era evidente que estaban esperando la oportunidad de volver a hacer lo que mejor saben hacer: las algaradas callejeras. Ya nadie puede llamarse a engaño: la manifestación de este sábado en Madrid tiene el objetivo de apoyar a Zapatero y el proceso de rendición. Prueba de ello es que se han volcado en apoyarla todos aquellos que ya marcharon bajo la bandera del "¡No a la guerra!" y las fotos de los diputados del PP con el rótulo de "asesinos". Aquellos gritos de la izquierda en el último tramo del Gobierno de Aznar los recuperan ahora que se ven con el agua al cuello.

Lo cierto es que este viernes se han quitado el bozal los mismos que salían a la calle contra el PP, los que llamaban asesino a Aznar, los que tiraban huevos a las sedes de los populares o los que protagonizaron el golpe mediático del 13 de marzo para cambiar el resultado de las elecciones generales. Han estado callados hasta ahora, mimados con las subvenciones oficiales, pero al grito de "¡Zapatero se nos hunde!" han salido en apoyo del Gobierno para poder seguir chupando del bote sin ninguna restricción.

La manifestación del sábado en Madrid no es una manifestación en contra del terrorismo, de apoyo a la paz o a la libertad. La cita de este sábado es un engañabobos montado desde el Gobierno para darle un respiro a Zapatero y a sus políticas en un momento en que se hunden de manera a toda velocidad. Incapaz de encontrar una salida, el PSOE vuelve a lo que le es familiar, a lo que le funcionó bien en su día: la revuelta callejera. Ese es el plan del sábado. Una manifestación contra el PP, una protesta contra la oposición. Algo habitual en "experiencias democráticas" como la chavista, pero difícilmente asumible en una democracia que se precie de serlo.

Cuando los Zapatero, Blanco, Rubalcaba y compañía se ven al límite, recurren a la agitación callejera acompañados por los titiriteros de siempre. Volvemos a lo más siniestro y esperpéntico de nuestro pasado reciente.

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