Menú
Thomas Sowell

Los errores en Irak

El presidente Bush acertó al escuchar al Ejército con respecto al desarrollo de la guerra. Pero quizá debería haber buscado el consejo de jefes de policía cuando la misión pasó a ser mantener la ley y el orden.

Los críticos de la conducta de la administración Bush en la guerra de Irak venían exigiendo desde hace mucho tiempo que admitiera sus errores. Pero ellos no han admitido los suyos, ni tampoco admitirán que cometerán un error potencialmente catastrófico en el futuro si hacen imposible sostener las operaciones militares allí.

Los críticos han quedado repetidamente en evidencia al decir que no se podrían celebrar elecciones en Irak ni se podría constituir un Gobierno. La participación electoral iraquí, incluso frente a las amenazas terroristas, ha superado con creces la participación electoral en Estados Unidos.

Durante la campaña electoral presidencial del 2004, John Kerry advirtió que la administración Bush tenía planes para imponer un servicio militar obligatorio inmediatamente después de salir reelegido. Dos años después no hay señales en el horizonte de él. Las únicas personas que lo han defendido han sido demócratas como Charles Rangel, como parte de su estrategia política bélica clasista de afirmar que "los pobres" luchan y mueren mientras "los ricos" se quedan en casa y disfrutan de la vida. Ningún dato respalda esta afirmación.

Los errores de cálculo han sido la regla, no la excepción, en todas las guerras durante los últimos siglos. Los errores de cálculo en la guerra de Irak no han sido militares, sino políticos.

El ejército de Saddam Hussein fue derrotado rápida y decisivamente, y con unas cifras de bajas norteamericanas muy inferiores a las de guerras anteriores. Está claro que había un número más que suficiente de soldados para esa misión.

El presidente Bush acertó al escuchar al Ejército con respecto al desarrollo de la guerra. Pero quizá debería haber buscado el consejo de jefes de policía cuando la misión pasó a ser mantener la ley y el orden. Para eso no tuvimos suficientes tropas y –lo que es más importante– las que teníamos se encontraban bajo demasiadas restricciones impuestas políticamente. Por decirlo a las claras, hubiera hecho falta que se les permitiera decir a las muchas milicias privadas de Irak que depusieran sus armas o fueran abatidas.

Habría habido menos víctimas si lo hubieran hecho. Aunque, por supuesto, los perennes quejicas de todo el mundo, empezando por los medios norteamericanos, habrían denunciado semejante "brutalidad" y afirmado que "las negociaciones" podrían haber evitado tal baño de sangre.

El gobierno iraquí ha negociado, por no decir colaborado, con algunos de estos terroristas nacionales, con el resultado neto de una escalada de la violencia y unas cifras de víctimas en aumento.

Un artículo muy exhaustivo en el último número de Foreign Affairs firmado por el primer ministro de Singapur, Lee Kwan Yew, explicaba la cruda realidad sobre el mantenimiento del orden tras una conquista. No se hace desterrando a absolutamente todos los que mantenían el orden antes de la conquista.

La diferencia más fundamental entre el presidente Bush y sus críticos no es quién se ha equivocado, porque todos lo han hecho. La mayor diferencia ha sido que el presidente lo ha hecho desde una visión a largo plazo de la guerra mundial contra el terror, mientras que sus críticos se han limitado a buscar una chapuza rápida para salir del paso.

Los que afirman que no existe ninguna conexión entre la guerra contra el terror y la guerra en Irak no parecen darse cuenta de que los propios terroristas sí que ven una conexión clara, que destacan tanto en sus palabras como en sus hechos. Por eso acuden a Irak a mansalva, incluso al precio de sus propias vidas. Tienen el objetivo de evitar que en Oriente Medio se establezca un gobierno democrático y libre. Ven la victoria o la derrota en Irak como una fuente de enormes y duraderas repercusiones por toda la región e incluso en todo el mundo.

Pero a los críticos de Bush no parece preocuparles nada más allá de las elecciones del 2008.

Quienes viven tanto en Irak como en otros países de todo Oriente Medio tienen que hacer elecciones a vida o muerte, basadas en si están más seguros cooperando con Estados Unidos o alineándose con los terroristas. Si Estados Unidos desaparece de la noche la mañana, y dado que los terroristas han demostrado ya su tenacidad y afición al poder, podemos esperar un catastrófico realineamiento de fuerzas en una región cuyo petróleo es la sangre de las economías de todo el mundo.

Con fundamentalistas fanáticos controlando tanto el crudo de Oriente Medio como armas nucleares, lo que suceda en las elecciones del 2008 puede ser una minucia en comparación con los horrores que legaremos a nuestros hijos.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios