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Amando de Miguel

Hablas regionales

"Es cierto, me costaba decir Sabadell, etc. Lo que hice fue decir Sabadelle o Martorelle. Solo unas cuantas veces. Luego quité la e final y ¡ya sabía pronunciarlo! No era tan difícil". Espero que ese ejemplo sirva a muchos castellanoparlantes de Cataluña.

José Paulino Cañas Escamilla (Granollers, Barcelona) observa que en Cataluña, a pesar de la presión oficial en favor del idioma catalán, muchos extranjeros lo que aprenden en seguida es a chapurrear el español. Por ejemplo, los jugadores o el entrenador del Barcelona F. C., los hijos de los inmigrantes. Avanza una explicación: "Yo creo que la lengua española es más fácil de aprender que otras, y en ese saco meto al catalán". No estoy muy de acuerdo con esa interpretación, aunque reconozco la facilidad fonética del español (solo cinco vocales). Pero lo que explica la anomalía señalada por don José Paulino se basa en que el español es un idioma de comunicación internacional, como lo es (en mucha mayor medida el inglés). Un emigrante español que se trasladara a Irlanda lógicamente aprendería el inglés antes que el gaélico. Ese mismo emigrante, puesto en Bruselas, se soltaría en francés antes que en flamenco.

Alejandro Puig Barañac me corrige: "el aparato fonético de un castellanoparlante es exactamente igual al de un catalán, por lo tanto no es motivo para no pronunciar bien ciertas palabras o sonidos". Me explico. Cuando me refiero al "aparato fonético" no lo digo en el sentido fisiológico. Claro es que la laringe, la lengua y demás elementos de ese aparato son comunes a la especie humana. Ahora bien, en un sentido cultural es claro que en unas culturas y lenguas se pronuncian con facilidad sonidos o fonemas que no existen fuera de ese círculo. Un niño que se críe en un medio castellanoparlante pronunciará fácilmente el sonido "jota", pero le será difícil hacerse con la "ese" líquida. Al revés le ocurrirá a un niño criado en Inglaterra.

Otra cosa. Don Alejandro asegura que si "un catalanoparlante no habla del todo correctamente el castellano, en seguida es reprendido o ridiculizado. En cambio, cuando un castellanoparlante habla mal el catalán no se le puede decir nada". No es esa mi impresión. Hay lenguas en las que se tolera mal que las hablen defectuosamente los ajenos a ellas; así, el francés o el catalán. En cambio, hay otras en las que esa tolerancia es amplia; por ejemplo, el castellano y sobre todo el inglés. Esa tolerancia no es un rasgo moral ni indica superioridad. Simplemente, la tolerancia que digo la expresan los hablantes de las lenguas expansivas, las que las aprenden un número creciente de personas. La percepción contraria de don Alejandro es solo la expresión de la hipersensibilidad lingüística en la que viven hoy los catalanes. Pocas veces se habrán hecho más esfuerzos públicos para expandir un idioma como en el caso del catalán. Pocas veces se habrán obtenido éxitos tan magros. Sería bueno que las autoridades lingüísticas de Cataluña pensaran en otros métodos para proteger el idioma catalán.

Pido perdón por mi argumento de que el aparato fonético de un castellanoparlante es distinto al de un catalanoparlante. Ahora queda claro que me refiero a un aspecto cultural. ¿Tan difícil es comprender que lo del "aparato fonético" es en sentido figurado? La prueba es que algunas variaciones prosódicas son peculiares de los canarios, los gallegos, los mexicanos, etc. Espero que esta explicación aplaque incluso a Roger de Llúria, quien, al referirse a mi frase sobre el aparato fonético, dice: "He leído muchas tonterías suyas, pero como esta, ninguna [...] Esta vez ha metido usted la pata, don Amando. Y perdone la expresión, pero también podría haber dicho: la ha cagado, De Miguel". Pues de momento no le perdono la grosería.

José Fernando Silva cuenta su caso: "Soy madrileño, he vivido 30 años en Cataluña y hablo un catalán bastante bueno. Fui locutor de radio en castellano. Nadie me obligó a aprender el catalán, pero me pareció lo más lógico [hacerlo]. Ya que estaba allí lo aprendí en unos cinco meses, aunque luego, claro, lo fui perfeccionando. Es cierto, me costaba decir Sabadell, etc. Lo que hice fue decir Sabadelle o Martorelle. Solo unas cuantas veces. Luego quité la e final y ¡ya sabía pronunciarlo! No era tan difícil". Espero que ese ejemplo sirva a muchos castellanoparlantes de Cataluña.

Toño (Salamanca) quiere saber qué significado tiene la palabra telar, que la ha oído en Zamora y León. Muy sencillo. Aparte de su significado común (= máquina para tejer) en tierras castellanas un telar es tanto como decir un lío, una confusión, o también un trasto o cosa inservible. Se supone que en una casa campesina tradicional el cuarto del telar era un desorden, una pieza llena de trebejos.

Agustín Fuentes ha tratado de investigar si en la cultura valenciana subsiste la expresión "señor amo". Por lo que le cuentan esa forma de referirse a una persona "la usaban los arrendatarios de las alquerías para hablar del dueño de la casa y tierras que las tenían alquiladas". Por mi parte creo recordar que en casa de mi abuelo Amando, él era "el amo" para los criados y con mayor respeto lo era también el dueño de la dehesa que tenía arrendada mi abuelo. Entiendo que en ningún caso indicaba una relación posesiva como podía darse en tiempos de la esclavitud.

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