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Gene Healy

Pronunciamientos desde el trono

¿Acaso queda algo fuera del ámbito presidencial? Parece que no. En su mensaje al Congreso en 2004, Bush se refirió a la necesidad de ejercer mano dura en cuanto al uso de esteroides en el béisbol y fútbol profesional.

Últimamente, el presidente se ha reservado el derecho de abrir la correspondencia de los estadounidenses y, frente al rechazo electoral a la guerra en Irak, anunció el envío de 21.500 soldados adicionales.

Jefferson se refirió al informe anual del presidente como "el discurso desde el trono", pero no se hubiera podido imaginar el actual ritual, convertido en grandes promesas y duros golpes al bolsillo de la gente, adosado con múltiples aplausos y ovaciones de los congresistas.

El año pasado, el discurso presidencial fue interrumpido por los aplausos en 67 ocasiones, mientras Bush prometía, entre otras cosas, enseñar bien a los niños, curar a los enfermos, impulsar al país "más allá de una economía basada en el petróleo" y "liderar el avance de la libertad" alrededor del mundo.

Nuestros primeros presidentes a menudo manifestaban su modestia y moderación. Durante 112 años se siguió el ejemplo de Jefferson de presentar el informe al Congreso por escrito, hasta que el demagogo Woodrow Wilson lo hizo en persona. En esa ocasión un senador dijo: "lamento ver que se renueva la vieja costumbre federalista de discursos desde el trono".

Casi todos los presidentes del siglo XX han tenido esta costumbre y Lyndon Johnson fue el primero en escoger la hora de mayor cobertura de la televisión para hacerlo. Así, el informe presidencial se ha convertido en un listado de intenciones, envuelto de pompa y circunstancia. Y en la medida que nuestros presidentes se vuelven más imperiales, el tono también es imperial.

El politólogo Elvin T. Lim hizo seguimiento de la evolución de la retórica presidencial a lo largo de dos siglos, en un artículo publicado en 2002 en Presidential Studies Quarterly. Lim relata el "aumento de la falta de modestia" presidencial, anotando que los presidentes Carter, Reagan, Bush y Clinton "invocaron la responsabilidad gubernamental respecto a los niños en prácticamente todas las políticas públicas".

¿Acaso queda algo fuera del ámbito presidencial? Parece que no. En su mensaje al Congreso en 2004, Bush se refirió a la necesidad de ejercer mano dura en cuanto al uso de esteroides en el béisbol y fútbol profesional.

George Washington se refería a su cargo de "primer magistrado", mientras que los presidentes modernos prefieren el título de "comandante en jefe", a menudo olvidando que eso se refiere al comando de las fuerzas armadas y no de la nación entera. Y Bush cree que su poder incluye grabar conversaciones telefónicas sin orden judicial y encarcelar a ciudadanos sin previo juicio.

El Ejecutivo le ha dejado saber al Congreso que no tiene autoridad para comenzar a retirar soldados de una guerra desastrosa en Oriente Medio. Y cuando le preguntaron al vicepresidente Cheney si el resultado de las recientes elecciones de mitad de período tendría alguna influencia en la guerra en Irak, contestó: "el presidente dejó claro su objetivo: victoria en Irak y adelante a toda velocidad".

Quizás no debemos ser tan optimistas como para esperar el retorno a las modestas costumbres de Thomas Jefferson.

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