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Dick Morris

No es la campaña que esperaba Hillary

Por primera vez desde que entrara en política, la Clinton está teniendo problemas para encontrar su propio espacio. Obama y Pelosi están ocupando casi todo.

El primero en abandonar la línea de salida, con un súbito acelerón de velocidad, fue el último participante, el senador Barack Obama. Fuera del radar de todo el mundo hace apenas seis meses, ya ha saltado por encima de más de una docena de los demás candidatos para aterrizar cerca de los talones de Hillary en el segundo lugar.

Pero Obama afronta la decisión clave: ¿dónde va a posicionarse en política nacional él que es virtualmente virgen en ese campo? Podría presentarse como izquierdista demócrata estándar, lo que encajaría con su historial de lealtad al partido durante sus dos años en el Senado (el número 18 en izquierdismo de los cien senadores, según el National Journal). Pero lo más probable es que prefiera presentarse como "el nuevo demócrata" que fue Bill Clinton en 1992.

En una carrera al centro, continuaría atacando la impopular guerra de Irak, pero también buscaría un entorno sin luchas partidistas a cara de perro, encarnando el amplio consenso emergente que condena los impeachments, el cierre de filas gubernamental, la división de las áreas electorales para favorecer a un partido y las campañas ferozmente negativas contra los rivales. Pero tendrá que pelearse con Hillary por ese puesto. Después de todo, su marido lo ocupó primero y ella ha estado invirtiendo varios años de su propio trabajo para tomar ese papel.

Pobre Hillary: de pronto se encuentra eclipsada por el fenómeno du jour: el primer afroamericano que tiene posibilidades serias de llegar a la Casa Blanca. Al mismo tiempo, otra mujer –la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi– se ha convertido en la pionera de las mujeres en la política. Por primera vez desde que entrara en política, la Clinton está teniendo problemas para encontrar su propio espacio. Obama y Pelosi están ocupando casi todo.

Pero la verdadera amenaza tanto para Clinton como para Obama podría venir del flanco izquierdo. El ex candidato vicepresidencial John Edwards se ha colocado decisivamente en la izquierda, liderando la oposición a la guerra. Cariñosamente, Edwards desafió a Hillary precisamente en su patio trasero –Nueva York– el día de Martin Luther King, insistiendo en que "el silencio es traición" en lo que se refiere a Irak igual que King dijo que lo era sobre Vietnam. El incremento de tropas del presidente Bush en Irak da alas a Edwards y mantiene a Clinton y Obama en una posición secundaria.

Los tres demócratas condenarán el envío de más efectivos, pero Bush seguirá adelante de todas maneras. La izquierda exigirá que se reduzca el presupuesto dedicado a la guerra para obligar a rebajar los niveles de tropas y contará con que los demócratas lo hagan. Pero Clinton ya ha dicho que no votará a favor de reducir el presupuesto y probablemente Obama tampoco se apunte. Eso deja a Edwards –que tiene el lujo de no tener que votar– con la postura más contraria a la guerra de los tres.

En el pasado, Hillary ha buscado equilibrar su apoyo a la guerra desplazándose hacia la izquierda en otros asuntos e incrementando la estridencia de sus ataques contra Bush. Pero esa táctica ahora es más arriesgada, porque podría llevar a que Obama le quitase el centro.

Al hacerse con todo el dinero y la mayor parte de los consultores, Obama, Edwards y Clinton parecen no dejar espacio a Al Gore o a cualquiera de los demás candidatos. (Lo siento, senador Chris Dodd, se merece usted una oportunidad, pero no la tendrá.) En el mejor de los casos, como pretende conseguir el gobernador de Nuevo México Bill Richardson, los demás pueden acceder a la candidatura vicepresidencial.

La Clinton es aún la candidata con más posibilidades. Tendrá más dinero, más apoyo del partido y un ejército en la reserva: decenas de millones de mujeres solteras que nunca han votado antes acudirán en su ayuda. Pero necesitará hacerlo mejor en el próximo tramo de lo que lo ha hecho en la salida. ¡Que comience la campaña!

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