Menú
Luis del Pino

Tiempo de silencio

Las concentraciones del 11 de cada mes son actos particularmente silenciosos. Las palabras no pueden suplir a la emoción. Esos actos son una reivindicación, sí, pero también, y sobre todo, constituyen un homenaje

Hoy iré, como todos los 11 de cada mes, a concentrarme con los peones negros. Para quien no los conoce, resulta extrañísima la experiencia de ver a ese grupo de personas tan heterogéneo: amas de casa en la cincuentena, parejas que militaban hace treinta años en el antifranquismo y ahora vuelven a la trinchera, profesionales liberales reconvertidos en investigadores, estudiantes que parecen extraídos de una manifestación antiglobalización, militares jubilados, furibundos defensores del PP, militantes de Ciutadans, afiliados a Comisiones, liberales radicales, católicos comprometidos, ácratas, miembros de las Fuerzas de Seguridad, víctimas del terrorismo, periodistas inquietos, funcionarios... Un grupo humano sorprendentemente dispar.
 
Y sin embargo, a pesar de todas esas aparentes diferencias, he visto a esas personas quedarse juntas hasta altas horas de la madrugada discutiendo sobre el 11-M; las he visto trabajar como burros, codo con codo, preparando las concentraciones; las he visto indignarse ante las mismas injusticias; las he visto contribuyendo, cada una en lo que podía, a un esfuerzo común: contribuyendo a que se conozca la verdad y a defender a esas personas, las víctimas del terrorismo, que tan alto precio han pagado por todos y cada uno de nosotros.
 
Las concentraciones del 11 de cada mes son actos particularmente silenciosos. Las palabras no pueden suplir a la emoción. Esos actos son una reivindicación, sí, pero también, y sobre todo, constituyen un homenaje: un acto de respeto hacia esas víctimas que aquel 11 de marzo dieron su vida o resultaron heridas por una sinrazón que cada vez intuimos más absurda.
 
Pero este mes, ese silencio será aún más profundo. Y lo será precisamente porque encaramos el juicio donde se han de desvelar tantas mentiras como nos estuvieron contando; precisamente porque entramos en la recta final de las investigaciones; precisamente porque vislumbramos ya que los velos se descorren y que podemos, por fin, empezar a perfilar la verdad... Será un silencio aún más profundo precisamente porque la confirmación de las mentiras viene a darnos la razón. Y, al saber que la tenemos, lo que nos queda no es alegría, sino una extraña mezcla de sentimientos: satisfacción porque se haga justicia, sí, pero mezclada con la inmensa pena que provoca el pensar en los que ya no están.
 
Esta tarde, en la concentración, será para nosotros el tiempo del silencio y del recogimiento. Un silencio más clamoroso que nunca.
 
 
Comente este post en el Blog de Luis del Pino

En Opinión