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Juan Carlos Girauta

Códigos de familia

Sería deseable que la familia dejara de marear con zarandajas de códigos y dignidades. Sinceridad al menos en el odio: lo que sienten es que los patriotas pistoleros no acabaran en su día con FJL.

Carles Francino valora la negativa de un cómico a recibir galardón con FJL como "un acto de dignidad". Julia Otero apoya asimismo la decisión arguyendo que nuestro editor "no tiene código de conducta". Dos botones de muestra que recoge y resalta el diario dirigido por el hermano del conseller Nadal.

En realidad, aquí todos son hermanos. De algún modo turbio. Son una gran familia en la complicidad, por usar uno de los términos más socorridos y más exactos de la progresía. La difusa familia político-mediática se concreta y encarna en los Nadal, el uno al frente de las Obras Públicas (departamento, sabido es, de extraordinaria transparencia en la gestión); el otro al frente de El Periódico (medio, nadie lo ignora, de irreprochable independencia).

Si en la familia alguien desbarra, se sale en su defensa, y punto. Aunque llame puta a España y se cisque en ella en un canal público. "Todos somos Rubianes", exclama el aparato socialista. Tienen razón. Si un jugador del Barça se suma a la promoción del asesino De Juana y a raíz de ello le retiran el patrocinio, la familia se considera igualmente atacada: ¡Catalanofobia! A Cataluña, por lo visto, la representa un futbolista que despacha de esta guisa un atentado mortal: "Cuando Carrero Blanco ganó el concurso de salto de altura..." Invocan su libertad de expresión.

¿Libertad de expresión? Algunos catalanes no podemos trabajar en los medios de nuestra tierra porque no encajamos en los códigos y dignidad de la familia. Pero eso no es catalanofobia porque, para la familia, ciertos catalanes no somos catalanes. Cataluña se circunscribe a ellos. O a quienquiera que, viviendo aquí, se desmarque de España, la omita al menos, la odie, la desprecie, la insulte. Vengan entonces parabienes, risas, aplausos y solidaridad.

¿Qué somos los apestados de Cataluña? Españoles sin más, una cosa despreciable. Y el día en que ERC consiga su anhelada independencia seremos apátridas, pues lo peor de manifestarse españolista en Cataluña es el doble castigo: aquí la familia te mata de hambre y en Madrid nadie va a mover un dedo por ti. Demasiadas señales lo anticipan. Sí, seremos apátridas. A lo mejor nos vamos a Gran Bretaña en barco desde Gibraltar, como tantos doceañistas, a cultivar en vano, a solas, el sueño de nuestra España liberal.

Dan ganas de mandarlos a todos al carajo. Mientras tanto, sería deseable que la familia dejara de marear con zarandajas de códigos y dignidades. Sinceridad al menos en el odio: lo que sienten es que los patriotas pistoleros no acabaran en su día con FJL. Lo dieron tanto tiempo por muerto civil... Creyeron solventado el problema y acallada o ahuyentada la disidencia. Pero, ay, ¿qué ha pasado? Ha pasado lo que cantaba Aute: "Al mar tiré un pajarillo que maté. Al día siguiente, al borde de la playa lo encontré". O al borde del dial. De ahí la irritación.

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