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EDITORIAL

Ségolène Royal, una huida hacia delante

Frente al carácter reformador y aperturista de su rival, la socialista quiere profundizar en el modelo que está esclerotizando a nuestro país vecino.

Ségolène Royal ha estado llevando la campaña socialista para la presidencia de Francia hacia el mismo ridículo que Lionel Jospin hizo en las anteriores elecciones, cuando quedó en el tercer lugar en las preferencias de los franceses, después de Jean Marie Le Pen. Como un preciso adelanto de cómo gestionaría la primera magistratura de nuestro país vecino, la candidata ha llevado su campaña encadenando una torpeza tras otra hasta ceder a su rival Nicolas Sarkozy el primer puesto en las encuestas.

La socialista ha estado retrasando la presentación de su programa, y mientras que Sarkozy produce la impresión de tener claro cómo quiere gobernar su país, Royal se ha entretenido entrevistándose con no menos de 6.000 personas de las que, supuestamente, ha extraído las 100 propuestas con las que se va a presentar ante los franceses dentro de 10 semanas. Su programa le sitúa muy a la izquierda del electorado, sin dejar al margen propuestas de corte protofascista, como la creación de campos de trabajo en países pobres para la reconvención de los delincuentes juveniles.

El programa de Ségolène Royal hay que entenderlo como una huida hacia delante. Frente al carácter reformador y aperturista de su rival, la socialista quiere profundizar en el modelo que está esclerotizando a nuestro país vecino. Impondrá el paro a todo trabajador que no sea capaz de generar una renta de al menos 1.500 euros, en los que va a fijar el salario mínimo. Los que puedan mantenerse en el mercado de trabajo no lo harán más de 35 horas semanales, que tendrán que pagar aumentos irreales en el pago de las pensiones públicas.

Royal profundiza en ese espíritu nacionalista y socialista que aqueja a muchos compatriotas suyos, proponiendo medidas impotentes, pero muy perjudiciales, contra el avance de la globalización. Busca el ideal autárquico que sufrimos en España en el primer franquismo, con el estrecho objetivo de "permitir a Europa que se abastezca por sí misma". Cuando las áreas más pobladas del mundo están abrazándose en una libre cooperación comercial, liberando la capacidad de los hombres para acrecentar su riqueza y con ella la de sus vecinos, cuando la globalización arranca de la miseria a centenares de millones de personas, cuando la crisis del Estado de Bienestar es obvia incluso para los países nórdicos, Ségolène Royal propone un mentís a la realidad y al curso de la Historia.

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