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El escondite de Zapatero

Son los medios de comunicación afines, las astracanadas de José Blanco y López Garrido o la profesionalidad impávida de De la Vega quienes tiran del Gobierno hacia delante. Mientras, Zapatero se esconde.

Cuando llegó a La Moncloa, Zapatero se preocupó de hacer justo lo contrario de lo que había hecho José María Aznar en sus ocho años de gobierno. Tras unos meses de zafia hostilidad contra el Partido Popular, pronto se vio que había que hacer algo más. Así que después su gobierno se dedicó a proponer políticas acerca de los propósitos más disparatados. En lo que aquí nos importa, recordemos la política de Caldera, de Bono, de Alonso y de Rubalcaba: bandazos y desorden en inmigración, inseguridad y terrorismo (callejero y del otro) en interior, y desorientación en las Fuerzas Armadas respecto a sus misiones en el exterior.

En política internacional, los problemas de Zapatero empezaron pronto: en Estados Unidos se desprecia profundamente su carácter pactista y su rendición preventiva ante Al Qaeda. Sus amigos latinoamericanos lo usaron en su momento, y hoy Chávez y Morales lo tratan con desprecio y altivez. En Europa, la solícita actitud de Zapatero en llegar a acuerdos "como sea" provoca burlas en Francia o Alemania. Empeñado en llevarse la pancarta a La Moncloa, Zapatero se quedó internacionalmente sólo, y así sigue hoy día. No le gusta viajar al exterior; si le gustara, no parece tener mucho que decir; y si lo tuviera, pocos parecen dispuestos a escucharle. Así que mejor quedarse en casa.

Si Zapatero hizo de la guerra de Irak, el eje de su política exterior, centrar toda su agenda interior en el proceso de negociación con ETA supuso otro error que al líder del PSOE le está costando caro. El desprecio con que ETA le trató durante meses desembocó en el doble crimen del 30 de diciembre. Éste cortocircuitó los planes estratégicos de Zapatero, incapaz de pensar en la posibilidad de que la cosa fuese mal. Empeñado como sea en volver a dialogar pese al doble crimen, envía a sus ministros a desgastarse por él y llevarse por delante a víctimas, jueces o asociaciones cívicas.

Son los medios de comunicación afines, las astracanadas de José Blanco y López Garrido o la profesionalidad impávida de De la Vega quienes tiran del Gobierno hacia delante. Mientras, Zapatero se esconde, saliendo de vez en cuando para encerrarse con los suyos en un mitin e insultar a Aznar como si no fuera presidente. Fuera del trabajo de agitador de masas, Zapatero huye del Parlamento, de los medios de comunicación y de las recepciones oficiales. Sea por falta de preparación política, por cansancio psicológico ante sus propias creaciones o por ambas cosas a la vez, lo cierto es que se encuentra escondido en lo más profundo de La Moncloa. Por lo que pueda pasar ahí fuera.

Ningún gobernante de nuestra democracia ha gobernado a escondidas, ausente de sus obligaciones, en el interior y en el exterior. Claro que ninguno de ellos causó el caos diplomático, estratégico o político-judicial que desarrolla implacablemente Zapatero. Y es que en algo le daremos la razón: con los estropicios que está montando desde el Gobierno, meterse debajo de la cama es la actitud más lógica. La Moncloa es ahora el escondite preventivo de ZP. Destino cruel para tan emblemático edificio.

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