Menú
José García Domínguez

No tiene lo que hay que tener

"¿Es que voy a tener que enfadarme?", siguió luego "El Tetas", antes de acusar de prevaricación al Defensor. Sí, Puigcercós, el mismo Puigcercós que mandara al ex pistolero Vendrell a requisar las nóminas de los funcionarios de la Generalidad.

En Un senyor de Barcelona rememora Josep Pla los orígenes de un muy reputado oficio local que habríamos de acabar exportando al mismísimo Parlamento. Pues es fama que aquí se gestó el pan con tomate, mas pocos saben que, por la misma época, la Ciudad de los Prodigios dio a luz la lucrativa profesión de "pinxo". Al parecer, en su versión inicial, prehistórica digamos, el "pinxo" era un gañán arribado a la capital para emplearse en las labores de eso que hoy llamaríamos secretario de organización. Así, muy pronto no hubo lupanar, casa de juego o establecimiento equívoco que no contara con los servicios de su propio "pinxo". Por lo demás, aquellos rufianes germinales tanto se mostrarían útiles en la defensa de las depredaciones que realizaba el establecimiento contra su propia clientela, como en el menester de matones a sueldo del mejor postor.

A decir del maestro, entre esos pioneros el más temible era uno apodado "El Tetas". Y, tal como nos lo retrata, no cabe duda sobre su verdadera identidad: tratábase de la penúltima reencarnación de Puigcercós. Al punto de que, cada vez que las voces de los parroquianos contrariaban su soberana voluntad, "El Tetas" se subía a una silla y, con voz ronca y los brazos en jarra, advertía a la concurrencia:

– ¿Me voy a tener que enfadar? ¿Es que me voy a tener que enfadar?

Bastaba tan lacónica admonición –certifica un Pla admirado– para que "la partida volviese a su normalidad sonámbula". Aquello sucedía en los inicios del negocio. Aún "El Tetas" y sus pares no habían cambiado de garito, ni laburaban en Madrit al servicio del Niño. Y es que el nieto de Lozano todavía soportaba que Enrique Múgica hubiera combatido al padre falangista de Bermejo, sin tampoco humillar la cerviz ante el hijo.

Todavía no era ayer. Su gran día, cuando, al fin, debutaron con picadores en el Congreso. "¿Voy a tener que enfadarme?", gritaba fuera de sí el "pinxo" Agustí Cerdà al Defensor del Pueblo. Tan iracundo como cuando fundó Maulets, el semillero de los comandos terroristas de Terra Lliure. "¿Voy a tener que enfadarme?", continuó el "pinxo" Francisco Maqueda, alias Pakito de Soria. Sí, Pakito, ese maketo del PNV que rebuznó en su día: "El que no se sienta nacionalista, no tiene derecho a vivir". "¿Es que voy a tener que enfadarme?", siguió luego "El Tetas", antes de acusar de prevaricación al Defensor. Sí, Puigcercós, el mismo Puigcercós que mandara al ex pistolero Vendrell a requisar las nóminas de los funcionarios de la Generalidad. Tarde gloriosa en Las Ventas, sí señor. Lástima que, a la hora de la verdad, el Niño nunca tenga lo que hay que tener. Los dejó marchar como llegaron: sin orejas ni rabo.

Según Pla, los "pinxos" de antes se ajustaban por quince duros a la semana. Éstos son algo más caros: le saldrán por lo que cueste la dimisión de Pérez Tremps.

En España

    0
    comentarios