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Michelle Malkin

Obama y los desperdicios

Obviamente, si estás leyendo esto, es que he muerto en Irak. [...] No lamento haber venido, porque aunque todo el mundo muere, pocos llegan a hacerlo por algo tan importante como la libertad.

Tengo buenas noticias para todos aquellos que se hayan sentido ofendidos por la descripción del senador Barack Obama como "un buen orador". No ha tardado mucho en despojarse de cualquier derecho que pudiera tener a recibir esa etiqueta. De hecho, las recientes declaraciones de Obama sobre las tropas norteamericanas caídas en combate en Irak fueron una chapuza torpe e incoherente.

En uno de sus actos de apertura de la campaña presidencial en el campus de la universidad pública de Iowa, Obama complació con energía los deseos del colectivo pacifista. Con su voz suave elevándose por encima de miles de fans, proclamó: "Terminamos luchando en una guerra que nunca debió haber sido autorizada, y nunca debimos iniciar, a la que hemos dedicado 4.000 millones de dólares y en la que hemos visto cómo más de 3.000 vidas de valientes jóvenes americanas se han desperdiciado".

Sí, "desperdiciadas". Perdidas gratuitamente. Sin sentido. Por el retrete. El video del discurso muestra al senador Obama leyendo esas palabras previamente seleccionadas con cuidado y confianza. No hubo umms o ahhs o pausas de ningún tipo mientras afirmaba que todos y cada uno de los miembros del ejército que se presentaron voluntarios a filas y fallecieron en Irak "desperdiciaron" sus vidas.

Este revelador error no sonó bien entre los incontables soldados y sus familias, que apoyan realmente su misión y su sacrificio. Militares que se han presentado voluntarios para regresar repetidas veces, incluso después de que la situación de la guerra haya empeorado. Que creen que su trabajo mejora la seguridad de nuestros hijos y de los suyos. Que arriesgan sus vidas por propia voluntad. A pesar de los mejores esfuerzos de los demócratas, los medios y el movimiento pacifista de infantilizarlos o demonizarlos, sus voces se escuchan.

Escuche al padre del sargento de los marines Joshua J. Frazier, abatido por un francotirador en Irak la semana pasada en su tercer periodo de servicio: "Creía en Estados Unidos y creía que lo que estaba haciendo era lo correcto. Dio su vida por lo que pensó que debía hacer", aseguró Rick Frazier.

Recuerde las palabras del coronel de los marines Jeffrey B. Starr, que murió en un enfrentamiento en el 2005 en Ramadi: "Obviamente, si estás leyendo esto, es que he muerto en Irak. [...] No lamento haber venido, porque aunque todo el mundo muere, pocos llegan a hacerlo por algo tan importante como la libertad. Puede parecer confuso el motivo por el que estamos en Irak, no para mí. Estamos aquí para ayudar a esta gente, de modo que puedan vivir del modo en que vivimos nosotros. No tener miedo a tiranos o perversos dictadores. Hacer lo que quieran con sus vidas. Para mí es esto el motivo por el que morí. Otros murieron por mi libertad, y esta es la huella que quiero dejar en el mundo."

Varios días después de recibir las más duras críticas por sus disparatados comentarios deshonrando tal heroísmo, Obama explicó entre balbuceos lo que realmente había querido decir. "Me enfadé conmigo mismo cuando dije eso, porque nunca utilizo ese término", declaró al Des Moines Register. Vale, pero entonces ¿qué cobarde saboteador lo incorporó a su bien ensayado discurso? ¿Qué fuerza sobrenatural produjo el sonido gutural que salió sin esfuerzo alguno de sus cuerdas vocales a través de sus labios y pronunció el término "desperdiciado"?

"Lo que digo –y quise decir– es que su servicio no ha sido debidamente honrado", declaró Obama al New York Times y a otros periodistas en New Hampshire, "porque nuestra estrategia civil no ha estado a la altura de su valentía y coraje, y les hemos puesto en una situación en la que es difícil que tengan éxito". Al contrario de lo que sucedería si los sacamos precipitadamente, supongo.

Obama ofreció la disculpa estándar si-ofendí-a-alguien-lo-lamento: "Me disculpo si alguno de ellos pensó que había rebajado el enorme valor y sacrificio que han mostrado. Como ya sabe, y más si examina todos los demás discursos que he dado, ese es siempre el punto de partida cuando doy mi opinión sobre esta guerra." Excepto, casualmente, en el primer día de la mayor campaña de su vida. Ese día, el punto de partida de su opinión sobre las tropas en Irak empezaba con la letra "d" y terminaba con "esperdiciado".

"Incluso en el momento en que lo decía", afirma ahora Obama, "me estaba dando cuenta de que lo había escogido mal". ¿Y entonces qué le impidió corregirse inmediatamente allí sobre el escenario, mientras miles vitoreaban la palabra que ahora dice que lamentó inmediatamente haber pronunciado? Quizá es que se quedó sin habla.

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