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EDITORIAL

El País y su embustero corresponsal

Si El Mundo o la COPE mintiesen difundiendo informaciones falsas, habría de ser un juez y no un corresponsal el que lo determinase. Algo tan elemental no entra en la cabeza de estos aprendices de comisario político

Octavi Martí, un desconocido escriba a sueldo de Polanco que ejerce su oficio en París desde hace veinte años, se despachó la semana pasada a placer contra el diario El Mundo y la Cadena COPE en un debate que tuvo lugar en el canal France 5. Dijo, por ejemplo, que ambos medios son "la mentira institucionalizada" o que muestran una "voluntad de intoxicación sistemática" en todo lo relativo a la investigación de los atentados del 11-M. Esto le llevó a concluir que la emisora y el periódico deberían estar clausurados desde hace tiempo. Porque él lo dice, evidentemente, no porque tribunal alguno haya probado como falsas las revelaciones de El Mundo y la COPE en torno al 11-M.

Este es el tipo de especie que diarios como El País siguen difundiendo en el extranjero sin plantearse siquiera sus propias falacias que, no por repetidas mil veces, pasan a ser verdad. Porque, si El Mundo o la COPE mintiesen difundiendo informaciones falsas, habría de ser un juez y no un corresponsal el que lo determinase. Algo tan elemental no entra en la cabeza de estos aprendices de comisario político. Eso por un lado, que no es poco; por el otro, Martí apuntaló en France 5 la mentira necesaria que acompaña a toda intoxicación. Dijo que Trashorras había cobrado por facilitar información a El Mundo basándose en una supuesta investigación de su diario. Y decimos supuesta porque lo que fue aquella "exclusiva" de Ekaizer y Romero no pasó de burda manipulación del contexto en el que el minero aseguraba no haber recibido compensación económica alguna por sus confesiones al diario de la calle Pradillo.

Esto es mentir y no lo que hace la COPE o El Mundo en sus informaciones sobre el 11-M. Nadie las ha demostrado falsas, empezando por el juez que instruyó el sumario y continuado por los siempre bien nutridos equipos periodísticos de las empresas de Polanco y sus adláteres. Quizá mentía a sabiendas y el sectarismo más mendaz le impidió ver más allá de sus narices, o quizá es que, en la remota París, los mantras distribuidos al por mayor desde Gran Vía 32 lleguen con cierto retraso y corresponsales como el anónimo Octavi Martí permanezcan al margen de lo que sucede en España y de cómo discurre la investigación de los atentados.

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