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José Antonio Martínez-Abarca

El "padresito" fiscal

Allá que Bermejo haga un mohín de damisela contrariada y estos son capaces de meternos a todos a la sombra, que ya distinguirá luego el Tribunal de Derechos Humanos quiénes son los suyos.

Dijo el nuevo ministro de Justicia, señor Bermejo, en ese lugar donde la izquierda hace los anuncios inquietantes, o sea, el Congreso de los Diputados (el mismo donde la Pasionaria predijo con muy buen ojo clínico sobre Calvo Sotelo: "este hombre ha hablado por última vez"), que en pocos días tendríamos pruebas de su radicalidad. Ya las tenemos, y han pasado apenas tres o cuatro. Un fenómeno de la naturaleza, este Bermejo tirando a rojo sangre. Un "campeón", que le diría Javier Arenas.

En poquísimos días, ha logrado acollonar a todos los comisarios políticos puestos ahí por el PSOE para perseguir al PP, por supuesto todo lo fuera de la ley posible, que posible ya es casi todo. Ha llegado el Gran Terror a la administración de Justicia. Pero empezando por el sembrado entre los cofradieros del progresismo, entre los suyos. Porque miedo, mucho miedo, un miedo entre el temor reverencial y aquel "Bwana, yu-yu" supersticioso que gritaba los negros de las pelis de Tarzán ante las manifestaciones preternaturales es lo que uno observa entre los subordinados y los comisariajes dependientes de Bermejo, que de repente se han puesto a abusar y a prevaricar a toda prisa con bastante más voluntad que acierto, porque no tenían hechos los deberes. Quizás porque inventarse delitos es una enormidad de deberes. Qué malos y duros son algunos "profes".

En una de las aldeas galas que todavía resisten al empellón caribeño que padecemos en España, en la comunidad autónoma de Murcia, el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia (puesto a dedo por el Gobierno central) no ha esperado ni a que transcurrieran los cien segundos de gracia que se le deben conceder por cortesía incluso a alguien tan sectario, totalitario y maligno como el ministro Bermejo. En minutos veinticuatro el fiscal murciano, marido de la abogada del PSOE en la región, ha ordenado mandar a buscar, no sé si en una "lechera" negra con estribo o en un "ford falcon" regalado por la argentina Escuela Mecánica de la Armada, al mismo concejal de pueblo que acababa de ganar una querella por difamación contra dos cargos socialistas, y ha imputado como supuestos delincuentes urbanísticos a altos responsables de la Comunidad a pesar de que no hay cuerpo del delito. Es decir, que pese a su probada capacidad ingeniosa el fiscal no ha encontrado ni niño muerto, ni botín, ni colusión de intereses públicos y privados, ni nepotismos, ni negocios conjuntos, ni tráfico de influencias, ni nada de nada salvo las desaforadas ganas de poner contento a Bermejo y hacer méritos bajo su férula, o más bien vara. Ya se ve que la Fiscalía es una rama de la teología, y este fiscal Bernal, en las tenidas progres donde le premian por buen sectario, suele usar una boina calada y sin capar con la que es clavado físicamente al "padresito" Cardenal, el teólogo del sandinismo nicaragüense.

El miedo se alimenta de miedo, el miedo, como el dinero con el dinero, llama al miedo, como bien saben muchos de los verdugos más impíos de los regímenes genocidas, que eliminada la fuente de su miedo (sus superiores) vuelven a ser individuos cabales y pacíficos. Pero se ve tanta torpeza, improvisación, furumalla, atropello, ausencia de equidad, espíritu antojadizo y posiblemente uso torticero de sus prerrogativas sin prácticamente límite, además de posible ilegalidad en el uso "creativo" del Derecho, en la actuación de este fiscal jefe de Tribunal Superior que eso sólo puede deberse a, como diría el llorado Jaime Campmany, un "canguelo" más rectal que cerval. Vamos, a que se va por la pata abajo con sólo pensar en fallarle siquiera sea un poquito a Bermejo, como si éste fuera el malo de la organización Spectra, que abre la trampilla de los tiburones para los torpes con una mano mientras con la otra acaricia un gato persa. Allá que Bermejo haga un mohín de damisela contrariada y estos son capaces de meternos a todos a la sombra, que ya distinguirá luego el Tribunal de Derechos Humanos quiénes son los suyos.

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