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Mark Steyn

La sangría norteamericana

Los ayatolás están a favor de que los sunníes maten chiíes y de que los chiíes maten sunníes, y si algún terrorista vasco de vacaciones quiere volar por los aires el Centro Cultural Español de Mosul, estarán también a favor.

Entre las noticias procedentes de Irak, nos enteramos de que, según la cadena de televisión estatal, el líder de Al Qaida en Irak, Abú Ayyub al-Masri, resultó herido en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad al norte de Bagdad. Un alto funcionario resultó muerto.

Mientras tanto, el clérigo punk Muqtada al-Sadr ha decidido que la discreción es el mejor rasgo de un mulá, y se ha establecido temporalmente en Irán. Sí, como lo leen: la mayor fuente de problemas en Irak ya no está en Irak. Podría ser que sus vacaciones persas se deban solamente a que va a desposar a una prima o dos, o que tiene que acudir a consultas con los ayatolás de primera división, pero el Engendro siempre ha sido una antena bastante sensible a la hora de captar amenazas a su propia integridad física. Le gusta ser el que anima a los demás al martirio y no uno más de los imbéciles que marcan un tanto para su equipo.

Así pues, el hecho de que asuntos urgentes le requieran fuera de la ciudad para la fecha del Gran Incremento es cuando menos revelador de cómo los objetivos norteamericanos en Irak no están a merced de fuerzas más allá de su control. El ejército y el músculo político estadounidenses pueden modelar las condiciones sobre el terreno, siempre que puedan demostrar que trabajan seriamente para hacerlo.

Pero esto último es, en estos días, un condicional bastante grande. Informando sobre la súbita reubicación del punk, el New York Times informó rápidamente que esto era otro desastroso revés. En Irak, el que no haya noticias es una buena noticia, y que haya noticias sobre Sadr ha de ser malo:

Con la nueva ofensiva americana en Bagdad aún en sus primeros días, los mandos norteamericanos han centrado las operaciones en la parte este de la ciudad, una zona predominantemente chií que viene siendo desde hace mucho la principal fuente de apoyo del Ejército del Mahdi.

Si Sadr realmente hubiera huido, su ausencia generaría un vacío que podría permitir que asumieran el poder a otros elementos aún más radicales del grupo chií.

Como mi colega Rich Lowry, del National Review, se maravillaba: "De modo que ahora necesitamos mantener a Sadr dentro de Irak debido a su inmensa influencia estabilizadora". ¡Por supuesto! Cómo escribía Hillaire Belloc, "Ten siempre a mano una niñera / por temor a encontrar algo peor". Aunque la nanny Sadr esté volando por los aires a los niños del parvulario todos los días, lo mejor es conservarla con su delantal bañado en sangre porque la próxima nanny será una psicópata aún mayor. Estados Unidos es un gran bebé indefenso que se ha tropezado con una zona de guerra que nunca puede esperar comprender.

Según una información de Eli Lake el mes pasado en el New York Sun, Irán está apoyando a los insurgentes chiíes en Irak y a los insurgentes sunníes en Irak. En otras palabras, se encuentra detrás de los dos bandos de la presunta guerra civil. ¿Cómo puede ser esto? Después de todo, los viejos "realistas" en política exterior en el Iraq Study Group, nos garantizaron en diciembre que Irán tenía "interés en evitar el caos en Irak".

Au contraire, los ayatolás han concluido que tienen todos los motivos para fomentar el caos en Irak. Están a favor de que los sunníes maten chiíes y de que los chiíes maten sunníes, y si algún terrorista vasco de vacaciones quiere volar por los aires el Centro Cultural Español de Mosul, estarán también a favor. A los iraníes no les importa quién mate a quién mientras todas las noches, cuando los norteamericanos ponen las noticias en la tele, haya humo sobre Bagdad. Como digo en mi libro, si usted vive por casualidad en Ramadi o Basora, Irak trata de Irak; si usted vive en Teherán, El Cairo, Pekín, Moscú, Pyongyang o Bruselas, Irak trata de Estados Unidos. De la voluntad de Estados Unidos. De la resolución de Estados Unidos. De la credibilidad de Estados Unidos.

Había una cadena de televisión en alguna parte –¿era Thunder Bay, Ontario?– que solía mostrar una grabación de una chimenea ardiendo durante toda la noche, y miles de televidentes supuestamente lo sintonizaban porque era una imagen tranquilizadoramente reconfortante. Las cadenas podrían ahorrarse un montón de dinero adoptando el mismo enfoque y emitiendo la misma imagen grabada de un edificio ardiendo en Bagdad todas las noches mientras miles de congresistas y columnistas y generales jubilados corren por todo Washington anunciando a gritos que todo está perdido. ¡Estados Unidos no está en su sitio! Es un turista algo lerdo en una tierra amenazante poblada por extraños que no ven Operación Triunfo. Irak es tan culturalmente extraño que ni un sólo sunní, chií o kurdo ha dado un paso al frente afirmando ser el padre del hijo de Anna Nicole.

Pero en Irak, todo el mundo es un turista. El jefe de Al Qaeda, Al-Masri, es egipcio. Su predecesor, Zarqawi, era jordano. Al-Sadr es un fanático persa. Durante cuatro décadas, el país fue una sucursal británica. Antes de eso fue una provincia turca. Oriente Medio es un lugar demente y un hueso duro de roer, pero el mito del insurgente islamista imbatible es simplemente una actualización vaga y más neurótica del mito de la guerrilla comunista imbatible, ese espejismo que condujo a tantas rendiciones preventivas en los años 70. No obstante, en la capital de la nación más poderosa del planeta, la clase política se dedicó hace unas semanas a intentar trazar una estrategia bipartidista de derrota, y puede que hasta la pongan en práctica. Consideren esta extraordinaria noticia del Washington Post:

Líderes demócratas se han reunido para discutir una estrategia que concedería completamente los 100.000 millones de dólares solicitados por el presidente para las guerras en Irak y Afganistán pero limitaría su capacidad de utilizar el dinero... El plan está encaminado a aplacar los llamamientos del ala progresista de los demócratas para que el Congreso ponga fin tajantemente a la financiación de la guerra.

El plan Murtha, basado en directrices militares existentes, incluye la estipulación de que a los efectivos del ejército que ya hayan servido en Irak se les debe conceder dos años de permiso antes de volver a Oriente Medio... La idea es estrangular la guerra lentamente impidiendo el despliegue de tropas de unidades que ya se han visto muy reducidas tras cuatro años de combate.

De modo que "el plan Murtha" consiste en negar al presidente la posibilidad de ganar al tiempo que garantiza que los demócratas no tengan que compartir su parte de culpa por la derrota. ¡Pero por supuesto, es un gran americano! ¡Un patriota! ¡Apoya a las tropas! No le gusta apoyarlas en guerra, pero le gustaría que continuasen fracasando en la tarea un par de años más. Como se preguntaba John Kerry durante la guerra de Vietnam, ¿cómo pides a un soldado que sea el último hombre en morir por un error? Parece ser que "financiando por completo" una guerra en la que no crees, pero sólo nominalmente, pues al tiempo se limita la capacidad de utilizar el dinero. O, en palabras del transparentemente honesto grupo pacifista MoveCongress.org, en un avance por correo electrónico de una entrevista exclusiva con el viejo Murtha:

Murtha describirá su estrategia, que no sólo consiste en limitar el despliegue de tropas en Irak, sino también en minar otros aspectos de la política exterior y de seguridad nacional del presidente.

¿"Minar"? ¿Por qué no? Para los demócratas de sangría lenta, está es la guerra de los republicanos. Para una cifra creciente de lo que mi colega radiofónico Hugh Hewitt llama "republicanos de bandera blanca", es la guerra de Bush. Pero para el resto del planeta, es la guerra de Estados Unidos. Y la derrota será de Estados Unidos.

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