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Demócratas, republicanos y presidenciales

De momento, la lucha es interna a cada bando. Por lo que se combate ahora es por la designación del propio partido. Peleas entre hermanos que están siendo más enconadas entre demócratas que entre republicanos.

Que por falta de tiempo no sea. Los norteamericanos van a tener todo el que necesiten y mucho más para conocer a quien elijan como su próximo presidente, en la circunstancia poco habitual de que ni el actual ocupante de la Casa Blanca ni su número dos se presentan.

Dos años ininterrumpidos de campaña electoral en medio de varias guerras, con una polarización interna que no remite sino que se acentúa, parece una prueba excesiva hasta para la democracia más antigua del mundo. Pero lo cierto es que desde el momento en que terminaron las elecciones del medio mandato, a comienzos del pasado noviembre, los aspirantes, que ya hacían toda clase de nerviosos gestos antes de los comicios, se lanzaron a la palestra como gladiadores sedientos de combate. Al menos la prensa no podrá quejarse. Con tantos y tan fieros contendientes no hay día sin historia de primera plana. La cuestión es si llegará a producir hartura.

De momento, la lucha es interna a cada bando. Por lo que se combate ahora es por la designación del propio partido. Peleas entre hermanos que están siendo más enconadas entre demócratas que entre republicanos. Ya han levantado sangre entre las dos rutilantes estrellas del partido del asno, Hillary Clinton y Barack Obama. Con tanto tiempo por delante cabe esperar muchas sorpresas. Los favoritos de ahora no tienen por qué serlo dentro de seis meses.

Entre los republicanos parecía que la batalla estaba entre el senador McCain, que ya se había presentado frente a Bush en el 2000, y el ex alcalde de Nueva York en el 11-S, Rudolph Giuliani, pero el mormón ex gobernador de Massachussets Mitt Romney ha empezado a acortar distancias. Y hay otros muchos aspirantes. El problema para los que van en cabeza es que ninguno tiene un historial acreditado para los conservadores del partido.

El debate está entre si hay que votar a quien tenga más posibilidades de obtener la victoria, porque cualquier demócrata será mucho peor, o si sigue habiendo posibilidades sin necesidad de violentar la pureza de los principios. Atendiendo a estos, la principal línea divisoria se encuentra en la cuestión del aborto, pero hoy día, y ya desde hace años, la situación es tal que no importan las preferencias u opiniones personales de los candidatos. Nadie puede ganar una candidatura demócrata si no está a favor o una republicana si no está en contra. Por eso Clinton y Gore, en su momento, abandonaron sus principios por su carrera y el trío republicano mejor situado en estos momentos hace lo mismo en dirección contraria. Y no importan los recelos porque son pasos irreversibles.

Lo que hoy angustia a los demócratas es su posición ante Irak. A favor es casi imposible ganar la nominación del partido. En contra no es seguro que se pueda ganar la presidencia. Puede apostarse a que Irak irá a peor, pero tiene sus riesgos, especialmente si el candidato aparece como alguien que contribuyó activamente al empeoramiento.

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